sábado, diciembre 16, 2006

Ahora sí llegó el invierno.

"De pronto sucede que el domingo trae dentro de sí
otro domingo todavía más negro.
Con él nos mata el silencio hasta la última almena.
Con él se nos enferman las flores de todo cuidado,
y no hay nada a salvo, porque todo está,
pero se ha ido.
Hablo de esos días furiosamente adversos
en que la tristeza pregunta bajo fijo relampago,
y falta fe y faltan filos para defendernos
de tanto desierto como somos, y aún seremos.
Es cuando el alma desemboca en otra intemperie.
Es cuando cualquier vino resulta un vino mas aciago
de agonía,
y no sirve pensar que acaso mañana
vendrá al fin el alba ahijada de jazmines,
porque mañana ya fue, porque pensar ya ha ocurrido,
porque el dolor es saber que el dolor nunca acaba."


Angel Antonio Herrera




"Somos los que se van." J.L. Borges.

sábado, diciembre 02, 2006

reencuentro

Estuve así mucho tiempo. No sabría decir cuanto con seguridad. Apoyado levemente, ora sobre un hombro, ora sobre otro, en el rimero de las últimas novedades templarias o en algún otro expositor de capitanesalatristes que por allí sobreabundaban, mientras te lanzaba miradas que empezaban a alejarse de la mera curiosidad. Desde hacía algún tiempo (pero ya he dicho que no recuerdo cuánto) permanecí agazapado en mi distancia, embozado en mi disfraz de bibliófilo empedernido mientras estudiaba tus movimientos. Creí en un principio que erás tú, que se trataba de tí, y fueron muchas las miradas y los rodeos y la estupida ponderación con que uno hace sus cuentas por ver si los años y algún envite mal templado eran cincel suficiente para transmutar tu efigie de chico medroso y apocado. Y no me equivoqué. Eras tú. No imaginas cuanta alegría verte de nuevo. Allí con un libro en las manos. Emocionado con algún verso que aún palpitaba en tus labios de opalo fuego, ya un tanto apagados, levemente trasijado y más encorvado (o quizá era inusitado interés por algún nuevo hallazgo), todavía con esas gafas que nada ocultan y esas cejas tan oscuras que las coronan indolentes. Esa mañana no te habías afeitado y junto al cabello largo y algo descuidado, y las magras hechuras que presentabas hubiérase dicho que andabas apurado y en mala racha, de no saber, como sabía, que no ha habido ni habrá jamás tormenta que pueda domeñar el ánimo siempre jovial y optimista que otrora te disfruté. ¡Que bueno volver a verte! ¿Cuánto tiempo habría pasado?
Me acerqué a tí y a tu libro. Enderezaste la mirada todavía perdida y me la ofreciste indefenso, no sabiendo. Hasta que supiste. Me abrazaste como se abraza uno a los restos de un naufragio. Te abracé como se abraza uno a un retazo de fé que se creía perdida. Sé que te sostuve y que me sostuviste y que tu libro cayó al suelo y que lloramos mucho ese día, por todos los días que no nos tuvimos. Pero no sabría decir cuánto tiempo con seguridad. El tiempo, siempre el tiempo.

jueves, noviembre 30, 2006

El corazón lo sabe

Hay días que las ventanas se cierran sólo para que caigas en la cuenta de que un día estuvieron abiertas. Días en que el negro hace bueno al gris y no encuentras explicación cabal a tanta desventura (que no es sino la ausencia de tanta felicidad acumulada en tan breve espacio de tiempo). Estás bien. Estarás bien. Tan solo el corazón. Nada más. Mañana lucirá un Sol que no proyectará tu sombra. Volverán las sonrisas y los consejos de quienes incluso te reconvienen con la mejor de las intenciones, pero en el fondo sabrás que sólo esconden intereses bastardos y esquinados que nada tienen que ver contigo. Sólo cuenta el corazón y quien un día bebió de sus aguas tranquilas y claras. Solo el corazón lo sabe, corazón.

domingo, noviembre 05, 2006

Paja mental

"Hace mucho -no sé si dias, si meses- que no registro ninguna impresión; no pienso y por tanto no existo. Vivo olvidado de quien soy; no sé escribir porque no sé ser."

Fernando Pessoa - Libro de desasosiego


Mis días transcurren sin aliento; mis noches sin sueños. Infatuado por la presunción de los necios, juego a dejar que la vida pase ante mí y me dejo hacer como quien vislumbra lo inevitable al cabo de su calle. Es la vida misma, sin embargo, quien en realidad pasa de puntillas sobre nuestras estupidas y azarosas huellas, quien simplemente pasa de nosotros y se deja hacer, o en todo caso nos observa sin ánimo de juzgarnos ni pretender descifrar nuestras sutiles y efímeras estelas. Arden nuestras esperanzas amontonadas en la hoguera que alimentamos a diario, al abrigo de nuestras íntimas oquedades; cada día lanzamos una al fuego y recomponemos el gesto, resignado, acurrucados frente a las llamas. Jugando a adivinar qué señales nos brinda la vida que desdeñamos; qué sombras son esas que danzan en las paredes de nuestra acogedora cueva.

martes, octubre 24, 2006

sin zapato


Veniamos ya de vuelta, tratando de atenuar la sonrisa, de apresurar el paso, de sujetar la costumbre. Veniamos, en definitiva, con al aire resuelto de quienes transigen y aceptan y ocultan, sabedores de todo cuanto nos aguardaba, postergando para mejor ocasión la locura que consume nuestras horas nuevas. En estas nos hallábamos, como náufragos recien salidos de nuestro océano de requiebros y embelecos, recomponiéndonos al pie de un semáforo, cuando apareció ella y nos dejó su zapato. Una suerte de cenicienta teutona, grande y pelirroja, cruzó la calle cariacontecida, a horcajadas sobre su bicicleta. Dejó tras de sí su zapato y un reguero de vergüenza absurda que amenazaba con prender como polvora cuando me ofrecí sin más a recogerlo. Desamparada e inerte sobre aquel paso de cebra, yacía, rojo sobre blanco, una manoletina desconcertada en su recién estrenada unicidad. Deshechó cualquier tentativa de confraternización y simplemente se dejó hacer, ahormándose ahora a mis dedos que se ceñían a su piel color burdeos con el mismo rigor con que lo hiciera ésta, hacía escasos instantes, en torno al tobillo de su dueña. Brotaron risas de compromiso y cierta sombra de arrobamiento que veló su mirada neutra, ligeramente cordial. Desapareció con sus dos zapatos, sorteando charcos sobre su bicicleta de alquiler y dejando tras de sí un principio sin su fin: Una bonita historia definitivamente inconclusa. Efimera por perecedera. Perecedera por previsible.

domingo, octubre 15, 2006

Elisabethtown

"Elisabethtown". ¿Es el nombre de la chica? ¿Su apodo? No, es el nombre de un lugar. El pretexto que nos lleva a la chica: Claire. Porque siempre, siempre, siempre hay una chica (o un chico), no lo duden.

Elisabethtown ha sido escrita y dirigida por Cameron Crowe (Jerry Maguire, Vanlilla Sky,...), que tambien la produce junto a Tom Cruise y Paula Wagner. Ha sido su última criatura y en ella nos guía de la mano por una suerte de viaje iniciatico, algo errabundo y caótico (la trama a veces parece recrearse en pasajes intrascendentes y forzados), por el que Drew Baylor (Orlando Bloom) deberá transitar en la búsqueda de sus raíces familiares. El pretexto: el fallecimiento de su padre; La consecuencia: Claire (Kirsten Dunst); El destino: "Elisabethtown. El lugar donde todo empezó, el hogar al que acude el desamparado que ansía hacer tabula rasa y empezar de cero. Con esa tesitura llega Drew a la ciudad donde se crió su padre, huyendo de un fracaso laboral sin precendentes, hundido y terriblemente desorientado. En definitiva, botella irremediablemente medio vacía. Por el camino Claire, la azafata de una compañía aérea que cubre, entre otros, el desangelado vuelo que debe tomar Drew. Lo demás hay que verlo. A recordar: la interminable y reveladora llamada telefónica entre Claire y Drew. Su cita de madrugada, movil en mano, para ver juntos el amanecer. Un viaje guiado por un mapa maravilloso, el inolvidable panegírico de Susan Sarandon (la madre de Drew),...

Con todo, frases como :"Haz que se pregunten por qué sigues sonriendo, esa es la autentica grandeza" o "Aquellos que arriesgan ganan", y canciones como "It'll all work out" de Tom Petty, o "Come pick me up" de Ryan Adams (entre otras muchas, me encanta la banda sonora) hacen de esta, sino la mejor película de Crowe (que no lo es), si por lo menos una con el inconfundible marchamo de la casa, que ya es mucho.

Ahora que lo pienso hay algo de Carrie en esa Claire. La botella siempre medio llena; la vida por encima de todas las cosas, apesar de la vida misma; una ofrenda torrencial e inagotable de matices renovados, arrancados de la realidad tan solo para devolverlos notablemente mejorados; siempre una segunda o tercera lectura más audaz y certera si cabe; siempre las circunstancias sometidas al tamiz insaciable de sus ojos, que esperan. Sí, la verdad es que sus ojos siempre parecen esperarte, alentando al rezagado desde algún recodo del camino mientras estudian la hermosa disposición de las nubes o uno de tantos amaneceres; saboreando la creación bajo la sombra del árbol de la ciencia. Sus ojos, que parecen esperarte condescendientes, llenos de paz, conocedores de la medida exacta de todo cuanto habita en el corazón de los hombres, son como heraldos de un mensaje secreto que arde profundo, cifrado, sellado y sepulto en el centro la Tierra.

sábado, septiembre 23, 2006

la graduación de los sueños

7:06 a. m. Ochenta y una pulsaciones por minuto en mi pulsómetro. Empiezo a correr.
La rompiente rugía esta mañana con más fuerza si cabe. Mucho más que ayer, cuando entre los brazos de Carrie las olas parecían arrodillarse a nuestro paso y todas esos nubarrones no conseguían sino recrear un mundo nuevo para nosotros. A medida de nuestras deliberadas ausencias.

Debo llevar kilómetro y medio tras de mi. Ciento treinta y cinco-ciento cuarenta pulsaciones por minuto; cada vez llegan antes. El cielo parece indeciso esta mañana...

...Tal vez no. Tal vez el fragor con que el agua se estrellaba contra las rocas me llegaba ayer en sordina. Aislado del mundo como estaba entre sus brazos. El tren meciéndonos con su monótona cadencia de autómata; los ojos de Carrie -serenos estanques en cuyo reflejo no consigo reconocerme- meciéndome a su vez con la cadencia redoblada de los corazones libres.
Estos seis kilometros pesan hoy como seis millas naúticas. Los pies desusadamente grávidos, desacompasado el ritmo con que mis pulmones se abastecen de aire, la mente ociosa a la deriva y mis ojos fabulando libres, intuyendo las hechuras de Carrie en todo aquello con que tropiezan: Carrie sentada mirando al mar, Carrie de pie sobre una roca desafiando las acometidas de enormes lenguas de agua, pavesas de espuma revoleteando a su alrededor...Es lo que tiene la miopía, que permite soñar despierto. Abro los ojos y toco mis sueños. Recelo de todo cuanto veo pero en mi estado, ante mi solo desfila un hermoso carrusel de imágenes, tangibles ilusiones llenas de ella.

...Me preguntaste si alguna vez soñaba contigo. Te respondí que no recuerdo mis sueños, que nunca lo hago. Cuando llegan mis noches no me quedan sueños que ofrecerle, los malgasto de dia, en tu nombre, siempre corriendo.

sábado, septiembre 16, 2006

Entre mis versos


La sección de poesía acostumbra a ser la más desangelada de cuantas componen la planta dedicada al mundillo del libro. La librería entera, de hecho, acostumbra a ser una farsa en estos establecimientos. Con todo he recalado, incomprensiblemente, en ese espacio muerto que resiste en los aledaños, parapetado por un par de estanterías polvorientas, las manos perdidas, traveseando entre lomos de libros inertes. Libros que nadie abre, ni siquiera yo. Me dejo llevar guiado por la abigarrada disposición de las cubiertas. Curioseo un par de títulos y me aventuro a deshojar la margarita. Imposible seguir allí: Carrie anda de nuevo jugueteando con mis pensamientos, su sonrisa porfía en aparecérseme de entre las páginas de aquellos versos no leidos. Decido robar un par de ellos y enviarselos por SMS. La imagino ahora sí, sonriendo de verdad. Para ella misma. Desbocada esa hermosa sonrisa con la que tanto he soñado. Por megafonía reivindican los estertores comerciales de una "semana fantástica". No puedo estar más de acuerdo con el nombre que han escogido. Decido comprar el libro. Las dependientas intercambian miradas de complicidad. Debo de llevarlo escrito en la cara.

miércoles, septiembre 13, 2006

Ya nada importa

Mañana es un concepto que ya no entiendo. Una abstracción. Una quimera que espera paciente el sortilegio de tus dedos. Ya nada importa. Tú ya no estás. Solo ese beso que lo cambió todo.
Camino por los andenes cabizbajo, con las manos en los bolsillos y el aliento quebrado. Soy la sombra de una sombra. El vestigio que tú dejaste, incompleto ya para siempre. No te bastó un viejo corazón, y te llevaste también mi tiempo, mis noches, mis dudas. Ando perdido desde entonces, esperando a que vuelvas y me tomes de la mano. Musitando la bruma de tu nombre. Intentando recordar la luz del día prendida de tí. Cuando tú me besaste. Donde tú me besaste.
Ya nada importa. Porque yo sé que existes. Yo tenía razón. Ya nada importa.

martes, septiembre 12, 2006

¿Y esto?


"Los hombres son niños cuya voluntad puede gobernarse si sabe canjearse por el juguete apropiado. He conocido a cientos de hombres y detrás de todos ellos se escondía el mismo crío; las mismas carencias que piden a gritos resarcimiento y compensación. Sólo hay que tender la mano en el momento justo y procurar que al abrirla, ésta contenga aquello y sólo aquello que nuestro niño ansía. Le sorprendería lo lejos que puede llegar ese niño convenientemente incentivado, y le sorprendería también descubrir lo que algunos de ellos desean ver en nuestra mano. Hay ofrendas imposibles. Peticiones que paralizan el pulso y sostienen el mundo para ofrecérnoslo renovado. Hay peticiones que son un reto aceptado y compartido, un descubrirse el juego, un recoger el guante y azotarnos el rostro con él. Hay niños detrás de hombres que sólo ansían jugar con otros hombres, con otros niños. Conviene cuidarse de ellos porque esos niños ven el mundo con nuestros ojos y se lanzan a conquistar tierras fronterizas que usted y yo apenas alcanzaríamos a columbrar. Se embarcan en viajes peligrosos sin encomendarse a nada en lo que usted o yo podamos creer, y pueden olvidar escenas que a nosotros nos acompañarían el resto de nuestra vida. No puedo evitar sentir una especial atracción por esos seres y esa sería sin duda mi perdición de no haber renunciado hace tiempo al trato con los hombres; a limitar su contacto a meros trámites; ineludibles; insoslayables, me temo."

Supongo que incluso a los encantadores de serpientes se les acaba el aliento.

lunes, septiembre 11, 2006

A la noche se empiezan

A la noche se empiezan
a encender las preguntas.
Las hay distantes, quietas,
inmensas, como astros:
preguntan desde allí
siempre
lo mismo: cómo eres.
Otras, fugaces y menudas,
querrían saber cosas
leves de ti y exactas:
medidas
de tus zapatos, nombre
de la esquina del mundo
donde me esperarías.
Tú no las puedes ver,
pero tienes el sueño
cercado todo él
por interrogaciones
mías.
Y acaso alguna vez
tú, soñando, dirás
que sí, que no, respuestas
de azar y de milagro
a preguntas que ignoras,
que no ves, que no sabes.
porque no sabes nada;
y cuando te despiertas,
ellas se esconden, ya
invisibles, se apagan.
Y seguirás viviendo
alegre, sin saber
que en media vida tuya
estás siempre cercada
de ansias, de afán, de anhelos,
sin cesar preguntándote
eso que tú no ves
ni puedes contestar.


Pedro Salinas ("La voz a ti debida")

domingo, septiembre 10, 2006

Un viejo amigo

Hay momentos en los que uno, sin saber muy bien por qué, echa de menos a alguien. El detonante es lo de menos: una melodía, un paisaje, una vieja película... El detalle más nimio basta para retrotraernos hasta el instante en que creimos ser felices, sumiéndonos en una suerte de trance del que nos cuesta salir, abonados como estamos algunos al dictado de un corazón que se engaña a diario, que persigue a cada latido viejos fantasmas que jamás han de volver.

A mi mejor amigo le encantaba alardear. Uno era incapaz de disociar su persona de todas las bravuconadas e impúdicas machadas con que era capaz de adornarse, que eran muchas. No sé bien por qué, recordarle es un ejercicio de prestidigitación con cuatro escenas recurrentes. En una de ellas me veo abandonando su casa con su imagen impresa en la retina; su menuda figura arrinconando a una hermosa mujer contra una ventana. Recortados sus cuerpos a una contraluz crepuscular que los confundía con el resto de las sombras emergentes. Ambos abandonados a un intercambio de susurros ininteligibles y furtivos. Él insistiendo. Ella negando con la cabeza, cada vez con menos insistencia y convicción. Allí los dejé. Apenas reparando en mi marcha; ella me miró con un leve esbozo de súplica y agotamiento prendido en sus ojos. Él de soslayo, expeditivo e inusualmente lejano.
Al día siguiente, como tantas otras veces, me presenté en su piso con algo para desayunar. Fue la misma chica quien me franqueo la entrada. Llevaba una camiseta vieja y deslavazada que dejaba al descubierto sus piernas. Unas bonitas piernas, lo recuerdo mejor que cualquier otra cosa. Me sorprendió verla allí, enarbolando una sonrisa que pretendía justificarlo todo, con los pies también desnudos. Me parecieron entonces dos cachorros inquietos buscando calor. Era sin duda la camarera más bonita de la pizzería donde trabajamos mi amigo y yo. La camarera más bonita de cualquier pizzería que hubiese frecuentado jamás, y el capullo de mi amigo, que distaba mucho, pero mucho, de ser un tipo agraciado, había conseguido pasar la noche con ella.
Desandó el camino dando saltitos como si el escaqueado del suelo estuviera al rojo. La seguí y, ya en el dormitorio, me encontré con una de esas escenas que siempre permanecen a buen recaudo en el rincón encefálico que todos los tios tenemos para archivar este tipo de cosas. El capullo (mi amigo) yacía sobre la cama con el torso desnudo, con cara de haber dormido poco y ganas de postergar indefinidamente todo sueño reparador. Atento a mi cara, que debía ser un poema, sonreía ora mirandome a mí, ora mirándo a la diosa de la pizzería que ahora flirteaba con el embozo de las sábanas mientras le dispensaba todo tipo de arrumacos y melindres.
Apenas recuerdo la conversación que se mantuvo entre aquellas cuatro paredes. Sólo conservo la imagen: yo de pie, sosteniendo la sonrisa triunfal del capullo. Una sonrisa que parecía erigirse por encima de todas las vicisitudes y las dudas y el desánimo que trataron de quebrantar inutilmente su voluntad de copulador impenitente. La sonrisa también de aquella chica (tan vacía como luego comprobé que era), tan relajada y complacida, ya todos sus miedos disipados...El capullo me miraba y sonreía casi conteniendo la carcajada. Una mirada impúdica e irreverente lanzada desde la cima del mundo, forzada por unos labios que parecían debatirse entre el desdén y el desprecio.
Él me necesitaba como testigo mudo de sus proezas de alcoba; la rúbrica de quien estuvo allí y vió, y puede apuntalar así, con su testimonio blanco nuclear, todas sus bravatas tabernarias. Yo, en cambio, le necesitaba a él porque todo asno necesita ser uncido a su yugo, y el mío era vivir aquella vida sin vivirla en primera persona. Tocar a través de sus manos. Ver a través de sus ojos. Sentarme cerveza en mano y escuchar ávido de experiencias que, bien lo sabía, jamás me atrevería a protagonizar. A él, al capullo, le encantaba hablar. Hablaba y hablaba hasta que no podía más. Y casi tanto como hablar le gustaba escucharse a sí mismo. No necesitaba grandes auditorios para lucirse y revelarse como el gran narrador de historias que era. La presencia de una sola persona bastaba para que aquel extraño ángel desplegara sus alas y mostrase toda la belleza que escondía en su interior. Esa era la llave. Alguien dispuesto a escuchar con el alma. Alguien como solía ser yo. Al principio me halagaba ser partícipe de sus confidencias y su peculiar visión del mundo. Me divertía pensar, como pensaba entonces que aquel tio me necesitaba. Ahora que lo pienso contar historias era lo único que mi amigo hacía bien, pero lo hacía como nadie.

viernes, septiembre 08, 2006

Esperando un respiro

Una noche de viernes sin Bourbon es, cuando menos, diferente. Trato de suplir mis carencias de avituallamiento con una "coronita". No es lo mismo, para qué nos vamos a engañar, pero algo es algo. Tampoco es lo mismo pensar en Carrie y estar con Carrie, pero en este caso, como en aquel, algo es algo. Sé, por ejemplo, que hoy ha bailado a la luz de una luna de la que me habla a menudo. No consigo comprender qué extraño sortilegio la tiene cautivada pero no descarto volver a subir a la terraza para apurar mi cerveza e intentar averiguarlo. Parece que el nudo que se había adueñado de mi estómago empieza a ceder. Pensar en comida ya no resulta un emético tan efectivo como antes. Sigo, sin embargo, con la cabeza llena de brumas y el corazón de certezas que no aciertan a revelarse. Miro su luna y doy otro trago a mi cerveza. Imagino a carrie eligiendo vestuario para triunfar otra noche de viernes, zimbreándose llena de música, llena de esa luz de luna de la que se sirve a manos llenas. La veo sonriendo en una barra de bar, agitando su melena cobriza y el aliento de los parroquianos que no dejan de observarla, sopesando la distancia que media entre un sueño y la realidad, haciendo acopio del valor suficiente para entrarle con gracia. Acaricio el cuello de mi botella y busco respuestas en esa luna extraña que se rie de mis dudas. Sigo esperando esas respuestas que no llegan. Y sin bourbon a mano. ¡Buf!

jueves, septiembre 07, 2006

¡Glups!

Hoy he visto a Carrie y me temo que la nuestra empieza a ser una cercanía que se aleja de la amistad que nos esforzamos en aparentar. Nos empezamos a ver con ojos nuevos, como si lo hicieramos por primera vez. Hemos quedado por la mañana, de tapadillo, para intercambiar ese tipo de confidencias que al pronunciarse franquean toda línea de no retorno. Ella siempre me ha gustado pero... ¿cómo demonios iba a imaginarme que el interés fuera mútuo?, ya no dispongo del cómodo y cálido abrigo que el anonimato me reportaba. Ya no tengo donde esconderme y eso me aterroriza. De hecho, se ha convertido en una nueva lectora de esta bitacora absurda en la que malgasto mis horas muertas, así que aprovecho para mandarle un saludo y un beso. ¡Sí, me gustas mucho Carrie! Ahora sé buena y vete a dormir. Buenas noches.

sábado, septiembre 02, 2006

¿El escarabajo polla?

Llega septiembre y debemos reincorporarnos a nuestros puestos de trabajo. De nuevo en la oficina haciendo frente a las sonrisas cínicas de ciertas hienas que siempre se hacen más soportables atrincherado, hombro con hombro, junto al último reducto de la humanidad, que suele encarnarse en uno o dos compañeros. No más. Afortunadamente aún me queda una semanita para esto. Con septiembre llegan también las depresiones, los divorcios, las altas masivas en los gimnasios y la consabida retahíla de coleccionables cutres que se amontonan en los quioscos año tras año. Uno de estos, ofrecido, como no, por RBA ediciones bajo el nombre de "Bichos", se anuncia estos días en televisión. En el anuncio aparece un abnegado padre junto a sus dos retoños pasando revista a todos sus bichitos de quiosco. Uno de ellos es capaz, asegura una voz en off que debe ser la del padre, de detectar un incendio a ochenta kilómetros de distancia, y en ese momento el niño alza alborozado un ejemplar del susodicho bichito de marras al tiempo que lo identifica por un nombre que, dicho sea con sinceridad, me obligo a expulsar con cierta urgencia un copazo que en aquel momento me estaba regalando. ¡¡"El escarabajo polla"!!

Después de visionar el anuncio tres veces más (silencio sepulcral en la casa, ni el vuelo de una mosca, todos esperando a que el niño repeinado alce la mano para enseñarnos su ejemplar de escarabajo polla) sigo ecuchando escarabajo polla, lo juro, y ya estoy por llamar a RBA para que me lo aclare o, en su defecto, a mi psiquiatra para que averigüe si tengo alguna obsesión oculta por los genitales masculinos que me hace escuchar voces obscenas en boca de cualquier inocente criaturita. Sea como sea estos días me asaltan dudas terribles que me hunden más y más en mi vasta ignorancia sobre la flora y fauna autóctona: ¿Existirán realmente los escarabajos polla? ¿Recibirán tan explícito y procaz nombre en honor a su descubridor, algún profesor pollosky o Pollof amante de los coleópteros? ¿o Tal vez por su forma? ¿O por sus generosos atributos? ¿Y se puede saber con qué demonios detectan estos bichos los incendios a ochenta kilometros?

Mientras desgrano todo tipo de dudas existenciales hasta bien entrado el dilúculo, aquí me envían una foto del Genaro con un ejemplar que se vió sorprendido en plena nevada. El Genaro parece contento. El escarabajo polla también.

viernes, septiembre 01, 2006

Malos tiempos para el amor

Carrie lo está pasando mal. Probablemente hoy es uno de los peores días de su vida por la confluencia de varias circunstancias que no vienen al caso. O sí, pero ni este es el lugar adecuado para airearlas, ni ella me ha autorizado a hacerlo. Esta noche me ha enviado un sms para hacerme saber que su chico se está desmarcando. Ella está destrozada, por esto y por más cosas. Al parecer el chico se ha asustado y le ha propuesto ser amigos que es lo que la gente suele proponer cuando ya no quiere seguir intercambiando fluidos contigo. No entiendo qué pasa con algunos tios. Carrie es una tia fantástica. Lo tiene todo. Es atractiva, sexy, inteligente y tiene un sentido del humor increible. Si no estuviera casado me pegaría a ella como una lapa y no la dejaría escapar por nada del mundo. Pero el mundo es así de divertido. Dios dispone con un criterio muy curioso. Carrie cree que el problema es suyo y lo único cierto es que hoy es un mal día para tratar de convencerle de lo contrario. Quisiera poder abrazarla, decirle que es maravillosa, que ese capullo es un niñato que no sabría distinguir una mujer de un escarabajo pelotero, y que algo bueno le espera, que tarde o temprano encontrará a alguien maravilloso que sabrá amarla como sin duda merece. Quisiera decirle todo eso, pero no puedo. Ella lo sabe, yo lo sé y ese Dios que mueve los dados allá arriba supongo que también lo sabe.

jueves, agosto 31, 2006

El gran día


Llega el día sin previo aviso. Llega sin más porque así quedó dicho y tu callaste, que es lo mismo que aceptar, que estrechar la mano que ha de llevarte. Tú lo sabes porque siempre lo has esperado. Siempre has sabido que tarde o temprano la realidad te daría alcance por muy grandes que fueran tus zancadas. Hoy es ese día. Te sientes tan sólo que pensar en alguien que no seas tú te resulta un esfuerzo de proporciones ingentes, inabarcables. Te ves perdido en un páramo desolado lleno de cadáveres que ni siquiera reconoces, bajo un dosel de nubes tan muertas como tú. Inerme y sin consuelo. Hoy es el día. Hoy lo sabes. Siempre sospechaste que estabas solo pero hoy lo sabes.
Amar es renunciar incondicionalmente, vendernos por nada, saltar al vacio con los ojos cerrados, ofrecer el pecho desnudo al filo de la espada que nos busca y arrincona, la espalda siempre contra la pared (tangible, fria) y ponemos todas nuestras esperanzas en que esa renuncia florezca, y que el tiempo, a cuyo transcurso nos encomendamos tan rápidamente para validar nuestros actos, sea el juez que disponga y asevere, y reafirme lo que en el pasado ofrecimos generosamente, acaso con demasiada frivolidad. Hoy es el día en que se cantan las verdades, el día en que los arrieros se encuentran en los caminos prometidos. Hoy estás solo, tan solo como siempre. Pero hoy lo sabes porque hoy es el día. Porque hoy, ahora, lo sabes.

sábado, agosto 26, 2006

El último puente


La chica del puente tenía unos ojos grandes y tristes, de un azul acerado que parecía agitarse como un océano embravecido por mil tormentas. Sus piernas colgaban ya como muertas al otro lado del antepecho. Sus manos descansaban sobre éste como arañas mortecinas y lánguidas.
Me miró por encima del hombro. Yo detuve mi carrera. El viento soplaba racheado y tibio, temeroso de quebrar el silencio que nos envolvía. Alborotando su cabello negro como si rasgara un tapiz entreverado de noche y jirones de cielo muerto que a cada soplo cubrían y descubrían sus ojos: dos estrellas caídas que fulgían con fuerza aferradas al puente, el único puente que la vida les tendía.
Seguí mi camino. Siempre sigo mi camino. Me giré al llegar al otro lado y ya no estaba allí. El viento ahora empujaba con fuerza sacudiendo mi ropa como a una vieja bandera abandonada en el campo de batalla, revolviéndose frenética a cada envite, deshojando lamentos en un lenguaje pérdido y oscuro.
Aquel día llovió. Llovió toda la semana.

jueves, agosto 24, 2006

Mujeres

Félix me llamó al móvil después de mucho tiempo sin saber de él. Me sorprendió en el tren mientras daba cuenta de "Mujeres" de Bukowsky. Debe ser una señal. Félix es un tio soltero que se excita ejerciendo como tal, de esos que han nacido para quemar la vida (como Henry Chinasky), y de paso demostrarnos a los demás cuán mísera resulta la existencia del macho ibérico domesticado. El espejo en que nos gustaría reconocernos por un día. El héroe de todos los Nonoscomemosuntorrao, vamos. Intercambiamos varias fórmulas de vácua cordialidad y nos prometimos un encuentro que, ambos sabemos, tardará en producirse (lo suficiente, al menos, para olvidar los nuevos reproches y toda la chanza telefónica).
Carrie vuelve a sonreír gracias al buen hacer de su chico. Hemos comido juntos. Ella habla. Yo escucho. Supongo que el hecho de que la chica me guste lo explica fácilmente, sobretodo a quien me conoce. La escucharía recitar el Quijote en verso, del tirón y con la boca llena de polvorones, empezando incluso desde el final, y seguiría sin poder borrar mi estupida sonrisa de la cara. Patético. Félix me abofetearía. Escupiría en mi cara. Parece que ya le estoy oyendo:
"¿Pero qué coño pasa contigo? ¡Eres un pardillo nen!, ¿Es que no escuchabas cuando di la clase cómo tratar a las tías? ¿A qué esperas para llevártela al sobre?, ella es una mujer en la flor de la vida, sin complejos, y tú se supone que eres un hombre con necesidades de hombre, disfruta del momento, tan solo déjate llevar."

Ni siquiera perdería dos segundos en tratar de convencerle de lo contrario. Me veo escuchando a Félix cariacontecido, asintiendo mecánicamente por cortesía mientras maquino cien maneras diferentes de meterle un paraguas por el culo. En su mundo todo se sostiene sobre unos principios trasnochados que sólo funcionan si tienes el ombligo del tamaño de un campo de fútbol. En su mundo todo encaja como un mecano: el cielo es azul y cuando se oscurece es para llover. En el mio el cielo es del color de los ojos que me ven. Está lleno de ángeles que nos observan y que, a veces, sólo a veces, consienten en descender para hablarnos. Como carrie.

domingo, agosto 20, 2006

Sin cabeza pero con pies

Uno sigue caminando. La inercia es un vicio que engancha y te obliga a seguir caminando. Cualquiera puede comprender por qué algunos soldados, en cualquier frente, también lo hacen tras perder la cabeza. Hoy ha sido uno de esos días en que pierdes la cabeza aunque no literalmente. La pierdes y sigues respirando porque no sabes hacer otra cosa que seguir respirando. Pierdes el control y te das cuenta de lo frágil que es todo, de lo fácil que resultaría acabar como Annie, con la espalda endurecida de dormir en los bancos de los parques, acurrucado como ella (quizás incluso con ella) y compartiendo cuchara. Supongo que siempre me quedará Annie. A veces las crisis encierran buenos propósitos. Sales de ellas fortalecido y dispuesto a dar tres pasos por cada uno de los que dabas antes de padecerlas. En mi caso retrocedo cinco por cada uno de los que daba antes. Pierdo la cabeza pero aún conservo los pies, aunque sea para empeñarme en retroceder.


viernes, agosto 18, 2006

Hopes & Apples


Annie sigue en la calle. Si tuviera manzanas que vender, como en la pelicula de Capra, seguramente las cambiaría por algún cartón de vino peleón. No me ha visto. Tampoco habría sabido qué decirle. Nunca he servido para estas cosas. Estaba sentada bajo un mugriento soportal, comiendo algo a cucharadas, con la mirada fija en una persona que quizás sólo ella podía ver. No puedo evitar... evitarla. Supongo que es lo más cómodo.
En el edificio casi no queda nadie. Trato de no pensar demasiado sobre lo de ayer mientras continuo evitando a la gente, dando vueltas por los pasillos con algún expediente en la mano que no sé si viene o si va. Ayer Carrie parecía menos animada que de costumbre. Tal vez albergaba secretas esperanzas con su Dimaggio, ilusiones etéreas como el rojo de las manzanas frescas que el tiempo se encarga de deslavazar. Tal vez debería pedirle una manzana de la suerte a Annie. Seguro que las tiene y serán más eficaces que cualquier de mis comentarios que nunca aciertan a reconfortar. Carrie tardó en contestar mi sms del día anterior. Yo siempre envío el último. Pensé que tal vez algo que dije, o que no dije, pudo molestarla. Hoy he sabido de ella y casi quedamos para tomar un par de cervezas si la compra de la semana no se hubiera interpuesto. Hay rituales que no pueden postergarse del mismo modo que hay puertas que no se deben abrir, luego ya no cierran como antes.

jueves, agosto 17, 2006

Miserias


Bajo la alfombra de nuestras miserias se esconde un ego en avanzado estado de descomposición. Toda la ruindad de que somos capaces es tan solo fruto del aburrimiento, de la rutina que ve florecer a cientos de aves extrañas de entre los restos de nuestro cadáver. Todas ellas a buen recaudo, al abrigo de la espesa y sombría fronda del árbol de nuestro egoismo.

lunes, agosto 14, 2006

El león, Carrie y el armario de su novio.


El espejo sigue dando tumbos por el juzgado y ya me veo dejándolo en la calle para alegría de algún colgao. Hoy ha venido el juez con su chaval. Muy majo, su chaval. Muy negro, el juez. Su bronceado, quiero decir. Uno de esos bronceados que te obliga a pegarte a las paredes para que la peña no haga comparaciones porque sería como comparar una escultura renacentista tallada en ébano con un botero de yeso.
Mientras escribo esto me siento como en la puta jungla, entre rugidos de león que algún tarado está soltando por megafonía. A toda hostia, por cierto. Son las fiestas del pueblo y alguna mente esclarecida ha decidido que lo más original y cool de este año sería cubrir con un toldo a un bicho de cartón piedra rodeado de altavoces que no dejan de emitir rugidos desde hace tres horas. Qué divertido. Yo hubiera preferido contratar a un león de verdad y encerrarlo en un cubil con el mongol que ha tenido la genial idea, y ya de paso colgarle un micro en sus calzoncillos para ver que tal suenan el resto de sus ideas.
Sigo sin noticias de carrie, que imagino estará redescubriendo todas y cada una de las fases del enamoramiento de la mano de su jugador de béisbol favorito. La semana pasada recibí un sms suyo en el que me invitaba a comer uno de estos días para contármelo todo. Con pelos y señales, prometía. Los pelos no son imprescindibles y las señales dejo que me las enseñe sin luces ni taquígrafos siempre que su bateador no ande cerca, que ya he visto su foto y el niño parece desayunar todo lo que su mamá le pone en el plato. Carrie dice que le gusta hablar conmigo, incluso de sus novios, y el caso es que a mí me encanta escuchar todo cuanto me cuenta. Parapetarme tras una cerveza fría, a resguardo de toda la metralla que esconden esos ojos suyos. Verla reír mientras desgrana cientos de anécdotas que yo hago mías. Ver pasar las horas desbocadas. ¡Ay, Dios, no tengo ya edad para jugar al béisbol!

miércoles, agosto 09, 2006

Espejito, espejito.

Mrs. M lo comprendió enseguida. Lo notó en la piel. Aquel no era un espejo común. Pasó por alto la abigarrada composición del marco, su diseño de camerino circense con todos aquellos astros en relieve. Ni siquiera se atrevió a mencionar la desproporción de su tamaño. Tan sólo se abismó en las simas de azogue persiguiendo el reflejo de aquellos ojos que apenas un instante se habían cruzado con los suyos. Allí dentro había alguien.
Mrs D. y yo no notamos nada de todo aquello. Mrs. D todavía no nota nada porque se haya bajo los efectos de su recién estrenado matrimonio, y todo el mundo sabe que nada es perceptible para el recién casado, para cuyos sentidos tan sólo es real el influjo del ser amado. En cuanto a mí...,bueno, digamos que tengo mis sospechas pero nunca he sido una persona muy despierta, así que, en realidad nunca he notado la presencia de quien habita en su interior. No hemos vuelto a mencionar la existencia de ese espejo, que permanece en la sala de vistas del juzgado. Se niega a marcharse y nadie parece encontrar un espacio adecuado para él. No quiso que lo abandonase en la calle aquel día. Me obligo a traerlo al juzgado, algo enojado, empeñado en encontrar un nuevo hogar, en no terminar sus días en un camión de trastos viejos. Ahora siempre que entro en la sala espero no verlo ahí, apoyado junto a los ventanales, mudo y sordo a todos mis ruegos. Sigue sin devolverme el reflejo enpeñado como está en sabotear todos mis intentos de reconciliación. Le digo que de seguir así nadie querrá hacerse con sus servicios, que no hay modo de explicar por qué un espejo no refleja a quien se mira en él. Pero nadie me responde. Tan solo silencio y un espejo vacio, como una ventana.

domingo, agosto 06, 2006

Bukowsky


"Si vas a intentarlo ve hasta el final, de lo contrario no empieces siquiera. Tal vez suponga perder novias, esposas, familia, trabajo y quizá la cabeza; tal vez suponga no comer en tres o cuatro días; tal vez suponga helarte en el banco de un parque; tal vez suponga la cárcel; tal vez suponga humillación; tal vez suponga desdén, aislamiento,...el aislamiento es el premio. Todo lo demás es para poner a prueba tu resistencia, tus auténticas ganas de hacerlo. Y lo harás. A pesar del rechazo y las ínfimas probabilidades. Y será mejor que cualquier cosa que pudieras imaginar.Si vas a intentarlo ve hasta el final. No existe una sensación igual. Estarás sólo con los dioses y las noches arderán en llamas. Llevarás las riendas de la vida hasta la risa perfecta. Es por lo único que vale la pena luchar."
Charles Bukowsky - Factotum
Cómo ser un gran escritor:


Tienes que cogerte a muchas mujeres
bellas mujeres,
y escribir unos pocos poemas de amor decentes
y no te preocupes por la edad
y los nuevos talentos.
Sólo toma más cerveza, más y más cerveza.
Anda al hipódromo por lo menos una vez
a la semana
y gana
si es posible.
Aprender a ganar es difícil,
cualquier pendejo puede ser un buen perdedor.
Y no olvides tu Brahms,
tu Bach y tu
cerveza.
No te exijas.
duerme hasta el mediodía.
Evita las tarjetas de crédito
o pagar cualquier cosa en término.
Acuérdate de que no hay un pedazo de culo
en este mundo que valga más de 50 dólares
(en 1977).
Y si tienes capacidad de amar
ámate a ti mismo primero
pero siempre sé consciente de la posibilidad de
la total derrota
ya sea por buenas o malas razones.
Un sabor temprano de la muerte no es necesariamente
una mala cosa.
Quédate afuera de las iglesias y los bares y los museos
y como las arañas, sé
paciente,
el tiempo es la cruz de todos.
Más
el exilio
la derrota
la traición
toda esa basura.
Quédate con la cerveza,
la cerveza es continua sangre.
Una amante continua.
Agarra una buena máquina de escribir
y mientras los pasos van y vienen
más allá de tu ventana
dale duro a esa cosa,
dale duro.
Haz de eso una pelea de peso pesado.
Haz como el toro en la primer embestida.
Y recuerda a los perros viejos,
que pelearon tan bien:
Hemingway, Celine, Dostoievski, Hamsun.
Si crees que no se volvieron locos en habitaciones minúsculas
como te está pasando a ti ahora,
sin mujeres
sin comida
sin esperanza...
entonces no estás listo
toma más cerveza.
Hay tiempo.
y si no hay,
está bien
igual.
...No sé Charlie, tal vez todavía esté a tiempo de probar con la pintura.

lunes, julio 31, 2006

Sin pies ni cabeza

A veces nuestros pasos no obedecen ningún criterio que no sea simplemente aleatorio. Sales a la calle y no decides. Ni siquiera te esfuerzas por recordar quien eres porque recordar es aceptar las consecuencias de haber tomado la pastilla azul (¿o era la roja?). Hoy ha sido uno de esos días. Podía haber acabado sentado junto a Annie, bajo el andamiaje de la fachada del juzgado, ofrecerle algún cigarrillo o un croasant y ver cómo esboza esa sonrisa de esfinge desdentada que nunca consigo descifrar. A veces creo que es agradecimiento pero sospecho que en el fondo se ríe de mí: ella sabe que yo soy el más pobre de los dos. Podría haber acabado escribiendo en mi cuaderno, en cualquier bar, siempre en la mesa del fondo. O en los brazos de una prostituta que tubiera a bien quererme y escucharme por la tarifa básica, no estoy para especiales. Amor eterno e incondicional, la atención que desdeñan los héroes y tan bien acogen los perdedores. Podría haber acabado en cualquier sitio.
Al salir del juzgado he coincidido con Carrie y me he dejado llevar. ¿Qué dirección tomas?, yo voy por aquí. te acompaño. La he dejado agitando su melena al ritmo que marca su corazón. Cruzando la calle y dejándome allí, de pie. Sólo de nuevo. Pastilla roja, pastilla azul. Me he despedido de las caderas y la melena de Carrie y he dejado que mis pies pensaran por mi cabeza. He acabado en un Bingo (Digamos que tengo unos pies muy raros). Bromeando con la chica de la entrada, jugueteando con mi carnet entre sus dedos de azafata del "Un , Dos, Tres" mientras seguía preguntándome qué coño hacía yo allí. ¿Ha venido alguna vez a este bingo? NO. Bueno, creo que una vez, pero hace muchos años, tal vez 15. Ha vuelto a levantar la vista, supongo que para echar un cálculo rápido de mi edad ( no sé si satisfago sus expectativas). Entro, escojo una mesa cualquiera y hago un gesto al camarero. Una cerveza. Ha sido extraño. Tres bingos, dos líneas. Una cincuentona de buen ver que me pasaba los cartones con una sonrisa esceptica. Este no vuelve, parecía pensar. O ¿qué carajo se le ha perdido en este nido de ludópatas jubilados? Pido otra cerveza. Noto como el alcohol sube y golpea fuerte, como si envolvieran mi cerebro con tres capas de papel de burbujitas y un ejército de enanitos con síndrome bipolar se divirtieran haciéndolas estallar entre sus diminutos y jodidos dedos. decido llenar el estómago con algo sólido y pido el menu especial de la casa. Creo pronunciar la palabra pollo pero tal vez el alcohol o el oído duro del camarero (mucha ruta del bacalao a sus espaldas) acaban materializando en mi plato un filete de algo parecido al pescado y que al masticarlo sabe a poliespan. Con patatas y salsita, eso sí. Intercambio un par de mensajes con Carrie; esto tengo que contárselo a alguien. Nos divertimos un poco a mi costa. Llama y quedamos en vernos de nuevo para echar un café. Vuelvo a tener ante mí su sonrisa. Agradezco tener el pescado de poliespan en el estomago, menos enanitos en la cabeza y unos pies tan impredecibles.

viernes, julio 28, 2006

La frase

"Hace seis años mi vida era una primavera que empezaba tarde."
Es una frase hermosa. La leí en un blog maravilloso que recién he descubierto como se descubren las cosas más hermosas: por casualidad. La ví y decidí hacerla mía llevándomela sin que me viera nadie, sin pedirle permiso a su dueño, que a estas alturas la debe andar buscando por todos los rincones de ese blog suyo tan lindo y tan bien dispuesto. Me pregunto que acontecimiento hizo que ese tio dejara de llegar a tiempo a sus primaveras. ¿No es lo mismo que decir que su vida era un invierno que nunca terminaba? Botella medio llena, botella medio vacia. Una frase preciosa, en todo caso. ¿Por qué no se me ocurrirán a mí frases como esas?

miércoles, julio 26, 2006

"The Spanish Apartment"



La noche anterior me he desvelado por razones que ya he explicado y curioseando por la red he dado con un blog a cuyo propietario le gusta, entre otras, esta película. Me ha llamado la atención el título, teniendo en cuenta que la chica era australiana (qué coño verá aquella gente allí, en las antípodas) y que no me sonaba para nada un título así, he decidido explorar un poco más y hete aquí que se trata de una película francesa del 2002 que aquí conocimos como "casa de locos" y que originalmente se llamó "L'Auberge espagnole". Aquí el argumento:

"Xavier, un parisino de 27 años, decide irse a estudiar el último curso de la carrera de economía en Barcelona para aprender español. El día de la despedida está visiblemente aliviado por separarse de su madre, pero triste por tener que separarse de su novia, Martine. En el centro de la capital catalana Xavier encuentra un apartamento para compartir con otras seis personas, otros estudiantes europeos: un italiano, una inglesa, un danés, un belga, un alemán y una española. Todos los compañeros del piso se encuentran en la misma situación, todos ellos están estudiando en Barcelona gracias al programa de intercambio universitario europeo Erasmus. En esta casa de locos seguiremos, durante un año, la vida de una parte representativa de la comunidad europea estudiantil."
Ta bien, ¿no? Habrá que pillarla. ¡Ideal para ex-becarios!
por cierto, parece ser que lo de "auberge espagnole" es una expresión francesa que intenta describir un lugar en el que todo es algo caótico e improvisado, una especie de zarabanda en la que todos aportan algo que compartir con los demás. Aquí, que somos tan chulos y dados a la concisión, lo tradujimos casa de locos. ¡Qué bien nos conocemos!

I have a dream


Son las 3:34. Llevo media hora intentando desvelarme frente al monitor para no retomar el horrible sueño que me ha levantado de la cama. Os haré un breve extracto: salgo a la calle con cuatro o cinco amigos tras despedirme de un grupo de chicas que supongo son nuestras respectivas (curiosamente visto una extraña bata verde sobre la que pongo un abrigo o algo parecido). Parto de un local lleno de gente pero no recuerdo bien si era un bar o una fiesta privada. Al poco tiempo y tras dar una vuelta a la manzana nos internarmos en lo que parece, en un principio un grupo de curiosos que se arremolina en torno a algo. Vemos como alguien golpea en la cara con una porra a un chico alto que resulta ser un guardia urbano, al que se le zarandea del brazo conminándole a que avance junto con el resto del grupo, que ya no me parecen tan sólo curiosos. Se oye una voz que asegura que él también debe obedecerles. Como si su autoridad estuviera por debajo de la de quien le ha agredido. Poco a poco, en nuestro errático avance por entre las calles se van añadiendo otros grupos de personas que parecen tan desconcertados como nosotros y finalmente, cuando por fin empezamos a ver claro que somos como ovejas camino del matadero, seres condenados que muy posiblemente van a perder la vida por algún absurdo y caprichoso arbitrio de nuestros secuestradores, es entonces cuando nos asaltan los nervios. El grupo empieza a volverse mínimamente incontrolable. Surgen las voces de los primeros disidentes. Se oye ruido de pelea en alguna calle vecina, pero no el fragor de una pelea multitudinaria sino más bien el ajusticiamiento indiscriminado de algún pobre diablo que se ha atrevido, aquí y allá (van surgiendo poco a poco), a rebelarse. Por fin llega mi turno. Ahora estoy sólo. Aparece mi ocasión y trato de buscar una vía de escape. Aparece tras de mí un tipo uniformado que me apunta con una pistola. La situación es tan clara que nadie necesita hacer preguntas, simplemente corro rezando para que todavía no tenga cargada y amartillada el arma.
Creo que todo acaba conmigo dentro de un edificio abandonado, subiendo a la carrera por una escalera con mi perseguidor pisándome los talones. Ahí acabó todo. Abro los ojos y salvo el pellejo (sudoroso).
Supongo que sólo es un estúpido sueño que me pareció demasiado real. Pero estoy seguro de que algo muy parecido ha debido repetirse en muchos lugares durante demasiado tiempo. Empieza así. Eliminan todo aquello que no pueden controlar. Demasiada gente como para poder discriminar el grano de la paja, así que propagan el miedo como si un fuego incontrolable se hubiese desatado. Somos vulnerables, tan frágiles que da miedo pensar lo fácil que puede resultarle a cualquier malnacido desmontar el decorado en el que tanto llevamos invertido. Es una cuestión de equilibrio, un milagro sin testigos el que todo siga igual, un día más.

martes, julio 25, 2006

Disertaciones maritales

¿Qué puede decirse de las mujeres que no se haya dicho ya? Qué decir de su afinadísimo sentido de la orientación (sobretodo en el epicentro de las grandes superficies sumidas en plena temporada de rebajas);Qué puede decirse de su innata y siempre sorprendente facilidad para combinar colores que sólo ellas pueden ver (verbigracia: color hueso- alguien sabe de qué color son los huesos si es que no es el blanco de toda la vida y que todos le presuponemos una vez despojados de toda su casquería-, o el blanco nuclear, o el color teja o,... ); ¿Qué puede añadirse a semejante e inagotable relación de parabienes que no hayan cantado ya los poetas desde el origen de los tiempos? Yo quisiera ahondar en esta ocasión en su enigmática y profusa conversación, en las alambicadas sendas comunicativas a cuyo influjo nos abismamos confusos todos los machos de la especie desde que el mundo es mundo y en las que, para que negarlo, las más de las veces lo hacemos con sumo gusto por aquello de que cuando ellas dicen "no" en realidad quieren decir "sí", y no hay macho que se precie que no espere ese puñetero "sí" junto a la cama, con los gallumbos en la boca, un bourbon a la diestra y el mando a distancia a la siniestra (que aveces, también las más de las veces, la cosa se tuerce y es el contenido de la siniestra, osease, el mando a distancia, lo que ameniza nuestras numerosísimas noches sin sexo). ¿Y a qué se debe todo este tedioso preámbulo? Velada vespertina frente al televisor. Los sillones apenas calentados por nuestras inquietas posaderas. Ese mando a distancia que empieza a escupir canales a ritmo de zapping frenético. Finalmente uno de eso programas veraniegos (agárrate) donde aparece la noticia. Ha sido elegida una nueva miss, creo que miss universo. Una chica como todas las finalistas en este tipo de certámenes: delgada, uniformemente guapa, muy delgada (solo hay que ver cuanto trozo de banda le sobra) invariablemente emocionada mientras una mano temblorosa intenta sujetar esa corona que parece rescatada del atrezzo de una película de los Monty Payton. ¡Delgada que te cagas! vamos, como el tobillo de un canario que dicen en mi pueblo, y con ese ramo de flores que les tapa medio cuerpo (¡joder, pero si algunas parecen mantis religiosas encaramadas a un arbusto!). Total que viendo a la susodicha y tras dejar claro cual es el gusto patrio en lo que a cantidades cárnicas se refiere, me dirijo a mi mujer del tenor literal siguiente (por aquello de que es bueno comunicarte con tu pareja, que no se diga que la televisión aisla y separa a los miembros de la familia):
- ¿De dónde es la chica esta? - obsérvese que omito los diminutivos cariñosos tipo "cari", "corazón" o directamente "Shosho", porque yo en mi vida íntima no entro si no paga la revista Hola. Respuesta:
- ¡Está operada! - a todo esto el mando y el mentón erguidos. Expresión hierática a medio camino entre la dignidad preservada y el velado reproche. Una de esas situaciones en las que es mejor callar, asentir y acostarte con la críptica adivinanza bailándote en el coco. Para qué necesito yo sudokus con semejantes mensajes del más allá. "Esta operada", ¡Esta operada! Pero coño, ¿Habrá escuchado realmente mi pregunta?, ¿Empezaré a evidenciar una prematura senilidad en mi forma de verbalizar todo aquello que mi enfermo cerebro procesa? y lo que es más importante ¿qué habrá querido decirme con esa escueta y afilada observación?
Creo que la pregunta adecuada hubiera sido "¿Está operada?". A quienes sostengan que de ese modo hubiera obtenido mi respuesta, la que desde un principio deseaba obtener, esta es "Costa Rica" (lo supe luego consultando un periódico), les diré que con las mujeres nunca se sabe, pero con la mía sí. Sí sé que hubiera soltado otra de esas salidas cifradas que me mantienen en vilo gran parte de mis noches. Sospecho que se vale de ese tipo de estratagemas para eludir mis envites erotico-festivos. ¡Ah picarona mía! Esta noche de nada te servirá. Te espero vestido de "Miss en pelotas", con mi banda y mi canesú encaramado al armario. A ver si así vislumbras algo operado, corasón.

domingo, julio 23, 2006

Mi madre lo dijo

Si existe una frase de exasperante efecto universal es "te lo dije". Todos nos hemos encarado en algún momento de nuestras vidas con ella. No importa lo mucho que te esfuerces por hacer las cosas bien, de hecho no importa que creas que haces las cosas bien porque siempre tropezarás con algún inoportuno interlocutor que se dirigirá a tí con aire admonitorio. Se acercará sobrepasando la infranqueable distancia, el límite sagrado que reservas cual flor de Laura (por si un día se materializa Cindy Crawford desde alguna de tus manidas fantasías eróticas), aquel en el que susurras el puto nombre de tu desodorante en todo tipo de lenguas muertas, por si se obra el milagro y reaparece cual Lázaro resucitado. Inclinará su rostro (el sabihondo de turno) como si quisiera comprobar de qué color son tus zapatos, alzará la vista con las cejas bien arqueadas, reclamando toda tu estúpida atención para que ningún sonido interrumpa la inefable y perentoria fórmula: "te lo dije". ¡Ah, ese jodido mantra!
Estaba viendo la tele en la cocina, uno de esos programas en el que un locutor con pinta de serio narra seriamente todo tipo de chorradas casposamente serias. Bueno, en realidad la tele estaba encendida y yo le dejaba hacer mientras mantenía las manos ocupadas lavando platos del día anterior. Mi mujer estaba trasteando en un armario y entonces surgió la noticia: ¿A dónde van a parar los chinos cuando mueren? ¿Por qué no ha visto nadie jamás una lápida china en nuestros cementerios? ¿Por qué a penas se repatrian cuerpos a su país? ¿Es cierta la teoría que sostiene que sobra la carne en los restauranes chinos, carne china (ustedes ya me entienden)? la cuestión es que mucho antes de que el locutor empezara a esbozar una siniestra sonrisa y pronunciara las palabras "leyenda urbana", mucho antes de que la razón se negara a creer que en televisión son capaces de especular con... (rectifico, en televisión ya se atreven con todo) algo así, mi mujer ya me estaba mirando con cara de "te lo dije". Azuzándome una cacerola mientras exclamaba: "Lo que dijo mi madre". Si, ella me lo dijo, y lo peor de todo es que a ella se lo dijo su madre, que es como la Agencia Efe pero con refajo y el disco duro lleno de refranes y paridas como esta, como la de los chinos. Si algo no soporto de mi suegra es que todas las chorradas que dice acaban viéndose corroboradas por algún acontecimiento como este. Es una especie de profeta cateto-mística que, a su modo, acaba poniendo el dedo en la llaga. Por lo pronto no vuelvo a pisar un restaurante chino. Nunca se sabe, y con mi suegra de por medio menos.

lunes, julio 17, 2006

Con un par, Kurt.

"Te lo digo de verdad. Nosotros estamos en la Tierra para tirarnos pedos y no dejes a nadie que te diga lo contrario."

Kurt Vonnegut

sábado, julio 15, 2006

Carrie


"[...con los blogs ocurre a veces como con las visitas a los museos. Pasado un tiempo prudencial todos los cuadros te parecen lo mismo, e incluso aquellos que deseabas fervientemente ver pasan por delante de tus ojos sin causarte apenas impresión. Y entonces te das cuenta de que lo mejor es salir a la calle, sentarte en una terraza y tomarte un aperitivo, mientras ves pasar a la gente y te da el sol en la cara.]"
Si te gustó el parrafo anterior lo entenderé perfectamente porque no sólo no es mio ( lo que lo explicaría sin más), sino que pertenece a una de las bitacoras más lúcidas y frescas de cuantas pueden verse por estas redes del señor. Me refiero a mi "Chica con falda roja" (a quien aprovecho para mandarle un beso virtual, vamos, de los mios ande o no ande el ordenador de por medio). Si he decidido copiarlo y pegarlo en este blog tan descuidado desde hace algún tiempo, es porque precisamente necesitaba de algún modo justificar mi desidia y estas palabras reflejaban perfectamente la situación a que pretendía referirme.
El caso es que anecdotas no me han faltado para escribir alguna que otra entrada nueva, por ejemplo: he asistido, no hace mucho, a una preciosa boda gay. De acuerdo es lo más anecdótico que me ha pasado en mucho tiempo pero el caso es que no ha sido hasta ahora cuando faltando poco para empezar mis anodinas vacaciones estivales y a las puertas de lo que para cualquier cristiano supone un océano de posibilidades dignas de ser plasmadas, cuando menos, en un blog, cuando siento la necesidad de acercarme al teclado y escribir algo. Lo que sea. Supongo que el hecho de que tomara un par de cañas con Carrie este viernes, al salir del curro podría interpretarse como que están sucediéndose una serie de cambios en mi rutina a los que no estoy acostumbrado. Que quién es Carrie. Bueno pues imaginaos a una chica que siempre luce una maravillosa sonrisa, a juego con unos ojos que no cesan de hablar, de sugerir, de añadir la puntilla a todo cuanto sus labios no dicen (y mira que si quisieran decir...). Cerráis los ojos y oís sus carcajadas como notas de una melodía que ya no podéis disociar de su presencia, ni siquiera cuando la imagináis, como yo hago ahora mismo. Es la persona más activa y con más ganas de beberse la vida que conozco ( sin contar a Mrs D) y quizás por ello me sorprenda tanto verla como la veo estos días. Y es que Carrie anda algo desanimada ultimamente. Su mejor amiga acaba de marcharse a ocupar un nuevo puesto en el sur, vuelve a vivir sola, por tanto (ella que tanto agradece la compañía, que no soporta dormir sola porque la mera idea le aterroriza) y para colmo su última pareja no parece ofrecerle la estabilidad suficiente para capear el temporal. Ella trata de sobrellevarlo lo mejor que puede pero en alguna ocasión la hemos sorprendido con lágrimas en el rostro, ¡A ella, que es el paradigma de la alegría!
En fin, espero que aparezca pronto en su vida alguien que la merezca y que la haga feliz. Es todo cuanto se espera que te desee quien bien te quiere, y es que a Carrie solo se le puede querer bien. O simplemente quererla. Simplemente.

viernes, marzo 17, 2006

Perdido


Algunos de nuestros actos, la sublimación de aquellas decisiones que creemos nuestras, confieren una soledad de la que ya no puedes desprenderte jamás. Decidir que sacrificar a tu perro es lo correcto, convencerte de que semejante acto de barbarie es incluso un gesto de generosidad, es algo que lejos de reconciliarte contigo mismo acaba por confinarte a una suerte de exilio del que no existe regreso conocido. Perdido.
Mi perro tenía un nombre de perro que sólo en mis labios sonaba digno; una forma de mirarte que de pronto lo explicaba todo. Me costó hacerme con su cariño pero me consta que al final aceptó cuidar de mí como quien acepta un mal menor, siempre atento y paciente con la mano que le buscaba sedienta de afectos. Hoy le buscó irreflexivo, esperando que gire una esquina o asome el hocico dispuesto a curiosear en mis bolsillos. Salgo de la cocina, espero una quimera y desando lo andado mientras juegueteo con un pedazo de pan que no sé de dónde ha salido. Perdido.
Es curioso lo extraño que se siente uno cuando ante semejante pérdida se deshace en explicaciones, casi justificaciones o directamente disculpas por amar a un animal. Por llorar su ausencia. Hay quien no comprende y asiente con el gesto compungido y te mira como quien lo hace por primera vez, como quien quiere decirte "lo sé, sé que duele", pero no lo saben. Una lástima. Ves morir a tu perro y cedes otro paso al gris, y cobras plena conciencia de tu desorientación, ya definitiva. Andas perdido. Ahora sí. Más, si cabe.

viernes, enero 20, 2006

Perdiendo los papeles


Vuelvo de la calle, de sacar la basura. Ya en la entrada y con las llaves en la mano me pregunto, una vez más, si ese vecino al que he saludado tímidamente me habrá visto. Demasiada miopía endémica (espero que no pandémica) en este pueblo; empiezo a preocuparme y anoto mentalmente el propósito de llamar mañana sin falta a mi oftalmólogo, (¿O tal vez debería buscarme un profesor de catalán que saque punta a mi dicción?). En la tele los chicos de "Caiga quien caiga" se trasladan a Salamanca para hacer chanzas sobre los dichosos papeles que hoy se han llevado. Apunto han estado de torcerse las gracias y los ingeniosos juegos de palabras, de desencadenar una salvaje e irrefrenable necesidad de resarcir agravios que no acierto a comprender, por cómo se han caldeado los ánimos cuando los lugareños han decidido soltarse animados por el calor de los focos, por la cercanía de los micrófonos y la sonrisa socarrona de los hombres de negro. Las voces disidentes estuvieron a punto de ser acalladas a golpes, cosa normal si tenemos en cuenta cómo se han cuidado moros y cristianos de azuzar a los pobres de espíritu, cómo se sirven sin mesura quienes dirigen todo esto de las embrutecidas mentes, siempre tan limpias y honestas de pura simpleza, dispuestas a que el primer hijo de puta que pase escriba en ellas lo que le venga en gana, con letras bien grandes e indelebles.
Supongo que cuando vives rodeado de fanáticos, de imbéciles que parecen haber nacido sólo para posicionarse, para lucir con orgullo un color, sea cual sea, la indiferencia puede resultarles insultante. Les miro y solo veo fichas de parchís. Ellos, a mí, ni siquiera me ven cuando saco la basura.

viernes, enero 06, 2006

Empieza el año

Ahora sí. Vinieron los reyes magos con sus prebendas, carbones, roscones y loterías que no tocan, y nos quedamos todos a la espera de iniciar un nuevo año. Porque el 2006 no empieza, desengáñense, hasta que uno no suelta los mazapanes y la zambomba y se interna nuevamente en el fregado diario que se repetirá, hasta la náusea, durante los siguientes 365 días. Ahí están los jefes, desdibujada la cínica sonrisa que se perfilaba dulzona y solícita en las pasadas vísperas festivas, con el gesto desencajado y grave que les es más propicio para ejercer de tales; ahí los compañeros, con sus historias y sus paranoias y sus gracias (que algunos las tienen), acelerados un poco más por aquello de que este año el fumar se va a acabar. Son muchos los deseos y los proyectos, como cada año. El mío, el de siempre: salud, dinero y Cindy Crawford, y en su defecto Virgencita, virgencita...