sábado, octubre 31, 2009

Multiverso

domingo, octubre 18, 2009

Talleres del buen vivir

Lo peor de apuntarse a un taller de escritura no es tener que constatar a través de los trabajos de los demás que te encuentras en una galaxia muy, muy lejana. Lo peor es la sensación de ser un friky que como ellos, orbita en los arrables del espacio interestelar propulsado por tus propios escritos. Os diré como funcionan estos sitios. Primero te cobran una pasta por la que esperas, por lo menos, ir de excursion con Vila-Matas o tomar el vermout con Ray Loriga a la sombra de unas palmeritas. Luego te endosan un montón de normas técnicas para poder conectarte via listas de correo y chat con el resto de la manada. Luego los mensajitos de presentación, buen rollo, a por el Planeta y todas esas cosas. Finalmente unas cuantas páginas en formato PDF: el temario de la semana y ¡hala!, ya pueden ustedes escribir todas las paridas que se les ocurran. Y no hay que preocuparse, no importa lo mal que lo hagas o lo infumable que sea lo que se lee. Ellos siempre te animan porque tienen sus hipotecas y ya no hay buenas series de humor en televisión; de algo tienen que reír. Me consta que nuestro material es realmente bueno para eso. Y es que no cuesta trabajo imaginar las reuniones de profesores intercambiando textos y descojonandose a nuestra costa. Es o no es un buen negocio. Si es que mientras haya tontos...

sábado, agosto 15, 2009

Se busca.





Decidió esperar un poco mas, con las llaves en la mano, y la compra amontonada, tibia y mansa, junto a sus pies. La puerta que tantas veces había franqueado con la cabeza nimbada de brumas se erguía ahora con la tangibilidad de una isla desconocida, una de esas islas que descubre incrédulo nuestro mascarón de proa cuando los últimos jirones de niebla se hacen a un lado y el cielo se muestra apacible, de un azul inclasificable que nos reconcilia con el mundo. Sopesó por un instante la posibilidad de dejarlo todo, dar media vuelta y buscar esa isla, pero su cabeza seguía meciéndose en el interior de un mercante de rumbos adocenados. Demasiada niebla alrededor.
El perro de Norman lloriqueaba inquieto al otro lado del rellano, desgranando pequeños aullidos que el miedo entrecortaba, como si intuyera ese mundo que se desplegaba indolente mas allá de su portal y de los insulsos paseos de quince minutos entorno a la manzana. Recordó entonces las miradas alambicadas con que los extraños se interrogan en las salas de espera de los consultorios, en los vagones de metro, en todos los ascensores y se hizo un claro en el horizonte. Intentó imaginar el sabor de los besos que no se pueden medir ni juzgar, la cara de Sally cuando tropezara al día siguiente con la compra, o la de Norman cuando no encontrara a su perro al llegar a casa. Intentó imaginar todo eso y no pudo por menos que reír.

jueves, agosto 13, 2009

domingo, agosto 02, 2009

Divisadero


Cuando te dispones a saltar desde la azotea de un edificio ya nada resulta en esencia descabellado. Finges disponer de una nueva perspectiva. Te tomas tu tiempo, todo ese tiempo que a todo el mundo le sabe a poco y con el que tú nunca has sabido muy bien que hacer. Te descalzas y balanceas los pies desde la cornisa que, has decidido, va a ser el último divisadero. Las gaviotas aquí no hacen preguntas, se limitan a sobrevolar la azotea, ondeando sobre tu cabeza como banderas sin dueño y algo dentro de ti quisiera pedir algo, tímidamente, como si todavía fuese posible y existiese alguien tras las nubes dispuesto a escuchar.
Ahí abajo todo es un ir y venir de falsos pintores de amaneceres. Yo me quedo aquí, con mis gaviotas enfurecidas y mis naturalezas muertas.
Sopla una brisa densa y expansiva que intenta congraciarme con el mundo. No sabría decir de dónde viene. Nunca he pretendido comprender. Al viento, como a todo, no se le comprende poniéndole un nombre. Campanean mis pies a cada envite y yo los miro como si ya no me perteneciesen, como si ya hubiesen dado ese último paso que no me decido a dar.
Ahí abajo estarás tú también, pienso, atareada como el resto de esas hormigas que desaparecen tras las esquinas, que cruzan apresuradas los pasos de cebra y acarician sus telefonos móviles como si fuesen reliquias de un viejo amor. Ojalá pudieras ver todo esto. Seguro que tendrías algo que decir. Tú siempre sabes qué decir. Las palabras pacen en mi pecho como corderos que ignoran su suerte. Tu lo intuyes. Yo lo sé.
Sopla el viento sin nombre. Las gaviotas callan y observan. Mis pies ya han resuelto ir tras sus pasos.


domingo, julio 05, 2009

Samsung NC10

Me compré un notebook porque las escusas no se venden, lo compré para escribir como se supone que escriben los que saben de esto, como si lo hicieran siempre delante de estos trastos o los necesitaran para tener algo que contar, como si hacerse con uno de ellos lo invistiese a uno con una dignidad singular para estos menesteres. Como si realmente esto fuera a cambiar algo. Bueno, al menos ha sido escrito con el notebook. Es un principio.

sábado, julio 04, 2009

En el parque, a las tres

Ella giraba dulcemente, sin prisas, con los brazos levemente alzados y nuestros corazones prendidos entre sus dedos. Las sonrisas cómplices y melifluas de los músicos sucedieron a las miradas de desconcierto que tan pródigamente se manifestaron en los primeros compases. Ella permanecía así, con los ojos cerrados y una sonrisa que solo se intuye perfilada por la muerte en el rostro de algunos difuntos, algunos ahogados acaso, o suicidas a los que nadie acertó a importunar con sus tediosas ansias de vida. Y así, el suyo, entre vuelta y vuelta, se me antojaba un rostro de niña avezado a la tragedía. Esa tragedia que tañe la mansedumbre y los muchos años ya consumidos; años de niña ajada, que corren como la sinrazón de las preguntas que nunca obtendrán respuesta. Ella giraba y giraba y nosotros con ella, huérfanos de toda esa vida que a ella se le escapaba a borbotones fríos y lánguidos como el caliz que vuelca en el altar de una iglesia en ruinas, una ofrenda antigua abandonada a los pies de un Dios que ya no existe.


lunes, junio 01, 2009

Una tarde menos

Tarde, siempre llego tarde. Todo cuanto me rodea me recuerda que la mía es una carrera perdida de antemano, que nunca hubo un primer puesto esperandome en ningún lugar. Me gusta demasiado perder el tiempo, supongo. Tal vez debería cultivar uno de esos jardines zen donde solo hay piedras y arena y un rastrillo para trazar ondas con la grava. Sentarme y seguir esperando. Todo esto es una mierda. Me gustaría buscar palabras de aliento en el diario del capitán Scott. Él sí supo llegar tarde.

domingo, mayo 24, 2009

Ona

Tu perro se muere. Estas cosas pasan, seguramente cientos de miles de veces al día, en todos sitios. Pero al que has tenido que sacrificar hoy es a tu perro. Seguramente no era el tipo de perro en que la gente piensa cuando dice cosas como "era un buen perro". ¿Pero qué coño se supone que es un buen perro? Era mi perro y los dos lo hicimos lo mejor que supimos.
Tuve que acariciarle mientras le mataban. La veterinaria hablaba y hablaba y a mi no me quedaban fuerzas para soportar todo el jodido protocolo. La hubiera matado yo mismo para evitar todo aquel sufrimiento pero debía esperar y tragarme toda esa charla inútil, sopesar todas esas posibilidades cariacontecido: "Se lo agradezco pero no", "Eso no será necesario"... Hablaba y hablaba y me miraba con la ausencia de haber estado viviendo la misma situación una y otra vez. Es decir, no me miraba. No creo que me viera en todo aquel rato. Tuve que sujetarle y susurrarle mentiras dulces que él (ella) sin duda iba a creer porque los buenos perros siempre creen a sus amos, aunque estos sean, como a costumbran a ser, unos malos amos, unos amos hijos de puta. Le acariciaba con una ternura que no le prodigué demasiado en el pasado, bien es cierto, y eso debería haber sido suficiente. Eso debería haber bastado para que mi perro se diera cuenta de que algo no funcionaba, de que por mucho que yo insistiera nada iba a arreglarse, nada iba a ir bien.
Tu perro se muere. Estas cosas pasan. Los perros se mueren y no deberíamos darle más vueltas al asunto. Mucha gente ni siquiera diría de él que fue un buen perro porque la mayoría de la gente ha visto demasiada televisión y es estúpida, ignoran que a menudo es su voluntad de perro la que prevalece y se impone y eso uno lo acepta, lo debe aceptar como se acepta a los amigos cuando se proclaman como amigos. Lo perros se mueren y a veces se matan por la propia mano. Estas cosas pasan pero no debrían pasar. Uno no debería matar a su perro para darse cuenta de lo mucho que le quería.

jueves, mayo 14, 2009

Amanda

No pensaba volver a verte ni, por supuesto, volver a oírte cantar. Te hacía bien lejos; en Argentina, quizás, rodeada de muchachos que te hacen sonreír y que se sueñan artistas. Pero te subiste al tren en una de esas estaciones de nombre desvaido por el salitre del mar, con tu guitarra al hombro, los ojos enormes y cansados de buscar mariposas entre la herrumbre del día y ese acento dulce y nacarado tan tuyo, tan bien traído.

Nos cantaste las dos canciones que siempre nos cantas con la voz hendida de mil llantos aprendidos, y yo me enterré en mi libro bajo la losa de tu nombre imaginario, rogándole a Vargas Llosa, en un susurro de pan de ángel, para que se llevara bien lejos al timorato de Onetti.

En un mundo perfecto no me habrías pedido una moneda pero yo te la habría ofrecido, por otra canción.


viernes, mayo 01, 2009

Las cenizas de papá

Las cenizas de papá acabaron siendo demasiadas cenizas. Una cantidad enorme de algo más parecido a esa arena con que se rellenan las clepsidras o esas bolsitas menudas que eliminan la humedad y que con tanta aprensión descubrimos en los bolsillos de las prendas que acabamos de comprar. El caso es que mamá cargó con ellas como pudo en el autobús, validó su billete con la asepsia cívica que la caracteriza, y tomó asiento entre solícita y contrita: mamá siempre ha sabido estar en su sitio. Imagino que llegó temprano a su destino y que se negó con esa rotundidad cerril que también la caracteriza a que ningún pasajero le ayudara a bajar todo aquel montón de papá. Aquel peso que ahora también, debía ser exclusivamente suyo. Ahora mamá señala con su dedo índice y su bocecita de recitar recetas con fervor mariano: "está ahí, detrás de aquel parterre (ella no dijo Parterre), y la otra mitad allí, al pie de aquel álamo (era un pino)."Y sonrió con los ojos licuados, y yo la abracé porque es lo que los hijos hacen con las madres que esparcen a sus padres como dios manda.

Qué quieren que les diga, las últimas voluntades no albergan más dignidad por ser las últimas, ni tiene nadie la obligación de comprender, pero entiendo que les demos cumplimiento con ese rigor (a menudo ridículo) que se arroga la muerte y sus aledaños: no vaya a ser que a nuestros muertos les dé por sublevarse. Puedes estar tranquilo papá.




viernes, abril 24, 2009

Pollitos, payasos y tú

Intento leer algo, escribir algo pero mis ojos acaban siempre prendidos de esta imagen tuya recien descubierta que permanecerá muchos días junto al teclado: sol ardiente de junio de Lord Frederic Leighton. Vencida al fin por el cansancio, aovillada entre linos y gasas te dejas acariciar por la luz de un nuevo día, ajena a quien vela tu sueño, y sonríe, y tan solo aspira a verte también sonreír, acaso en vano, mientras duermes...



Recuerdo un pollito persiguiendo torpemente un globo. Suelo acordarme de esto los días especialmente tristes. Aquello era un estúpido experimento que sin duda pretendía demostrar alguna estúpida teoría. La cuestión es que el pollito creía que aquel globo era su madre y seguramente aquel era el pollito más feliz de este jodido mundo. Nadie hubiese podido convencerle de que estaba cometiendo un grave error ni malograr un ápice toda esa dicha, todo esa cerrazón ciega buscando el calor, el abrigo de unas cuantas bocanadas de aire clausuradas en el interior de una goma. Soy incapaz de imaginar nada más triste. Nada supera esto. Ni siquiera la imagen de un payaso llorando por el amor no correspondido de la mujer a la que lanzan puñales todas las noches en el circo. No sé por qué me da por pensar en todas estas cosas los días especialmente tristes. El pollito que no sabe. El payaso que llora mientras reímos. Ahora también estás tú alejándote sin mirar atrás, por enésima vez, en nuestro andén.
Dios, que lo ve todo, debe ser un tipo jodidamente triste.

domingo, abril 12, 2009

El lector ("The reader")




Vuelvo de ese cine al que confío con indolencia mis tardes de domingo. El chico que da las entradas debería advertir de lo peligroso que resulta adentrarse en este cine tan triste, pero se limita a coger mi dinero y a mirarme fugazmente, como si temiera que yo pudiera recriminarle algo o tal vez para que no adivine, como acabo adivinando, ese aire de compasión que ondea en sus ojos.
Ya dentro, compruebo con la misma fugacidad que se repiten las mismas caras semana tras semana: siete días después aqui estamos, en este cine de difuntos, sin duda el cine más triste que he visto en mi vida. La semana pasada fue Emily quien se llevó mi corazón para que jugara con él su Gran Danés. Esta semana he conocido a Hanna y, la verdad, uno se alegra de no tener corazón para encajar todo esto. Que se lo pidan a Emily.
Al chico de la entrada le he dejado una tarjeta con mi dirección por si lo encuentran, sin reproches. Nunca se sabe, a lo mejor lo vuelvo a necesitar la semana que viene.

martes, abril 07, 2009

Duermevela

Solo un pis. Esa era la idea. Pero aqui estoy. Deshojando brumas. Vuelvo a la cama a completar esas ocho mil quinientas vueltas.

domingo, marzo 29, 2009

Entre mis páginas

Uno entra y pregunta "¿Cómo va todo?" y cierra sus oídos como si fueran dependencias estancas, ojos que pueden retirarse de la luz, de lo que no quiere verse, de toda ofensa. A uno le preguntan "¿Cómo va todo?" y responde vaguedades que permanecen suspendidas, densas y absurdas como esas nubes que cobran vidas insolitas en las miradas de los hombres incompletos.
Son llaves. Sólo eso. Llaves que no abren ninguna puerta. Llaves como las que pudieran descubrirse en el bolsillo de un cadáver.

sábado, marzo 21, 2009

Desde mi orilla

"Y cuando murió comprendí que yo no lloraba por él sino por todas las cosas que hacía. Lloraba porque nunca volvería a hacerlas".
Farenhait 451 - Ray Bradbury




Esta conversación tampoco tuvo lugar.

Un atardecer sin pretensiones. Un padre. Un hijo. Una playa y un par de cervezas.


- Padre, quisiera decirte que ha estado bien.

- ...

- Quizás un par de abrazos y de conversaciones sí nos quedaron pendientes. Consejos no.

-...

-Una charla al menos. Una de esas charlas en las que yo empiezo tartamudeando y dibujando círculos en el suelo con una rama que nadie sabe de dónde ha salido y que tu terminas con la mano sobre mi hombro, perdonándome la vida que me ofrecistes y que yo consumo con desgana, desarmándome con una de esas sonrisas silentes capaz de descifrar cualquier enigma.

-...

- Pero ha estado bien. En serio. Quiero que sepas que lo has hecho bien. Que cada cual es como es y que entiendo que yo tampoco he estado..., en fin, ya sabes..., a lo mejor yo tampoco...seguro que no.

-...

- Pero tú sí, ya me entiendes, no sé,...nunca se me han dado bien estas cosas, los finales abiertos, quiero decir. Ya sabes, ¿qué hubiera pasado si...

-...

- ...Uno empieza a reprocharse cosas y es como clavar a ciegas el primer tronco de una larga empalizada que nos aisla de todo, en esta orilla en que me dejas, por ejemplo, en esta playa que no se acaba donde he resuelto esperarte. No pasa nada. En serio. Lo has hecho bien. Quiero que sepas que lo has hecho bien.

-...

- Estaré aquí, intentando recordarlo todo. Ahora anochece. En esta playa donde nunca pasará nada. Ahora sí, te dejo marchar.

sábado, enero 31, 2009

Esta mañana





Hubiese bastado esto sonando en mi cabeza, y trenes llegando tarde a sus estaciones en un día lluvioso, como este. Hubiesen bastado un puñado de charcos, mi cesto de dudas, y cuatro sonrisas más, a este lado del espejo.

lunes, enero 26, 2009

Que nadie lo olvide

"No entregar nuestro corazón a los fantasmas. Los fantasmas no son los muertos, por supuesto que no, son los vivos cuando se dejan envolver por los vendajes de sus preocupaciones".


Autorretrato con radiador - Christian Bobbin

sábado, enero 24, 2009

Mi tesoro

Sí, sí, lo sé. Qué vergüenza. Postrarse así, asentir con los ojos cerrados y musitar oraciones que no nos van a hacer más fuertes, rendirse a la postre y aceptar las trampas del mercado. Lo siento. Lo reconozco. Soy débil y mi culo apunta estos días a horizontes finlandeses. Nokia 5800 Express music, mon amour.




...Es tan mono.

miércoles, enero 14, 2009

Quién puede ir a L.A.

Caminas bajo el agua un día más. Sin preguntarte siquiera, sin reparar en si respiras o no. Tan sólo avanzas con la torpeza cómica de los buzos. Desorientado. Con los ojos vueltos a tu propia realidad , tan ajena a este viejo y desvaído diorama que te rodea que hasta los corales y las estrellas de mar parecen moverse como sirenas y tus pasos no hacen sino afianzarse más y más en el lodo que te sostiene y que se alza en breves nubes agraviadas enturbiándolo todo. Sonríes a través de tu escafandra empañada a todos esos muertos que piensan y respiran y gesticulan con la irreverencia de los vivos y en tu cabeza la voz estragada de Loquillo te invita a ir a L.A.; a dejar un día esta ciudad; a cruzar el mar en su compañía...

Buscas en esos espacios mínimos tan suyos con la mecánica de los gestos bien aprendidos, conectas el móvil que aguarda con su estupida pantalla iluminando tu estupida indecisión y piensas (no sé bien por qué) en las bocanadas de un pez estúpido (un mero, por ejemplo - que me perdonen los meros si algún día leen esto-), en sus ojos desorbitados de muñeca asustada. Apagas el móvil y abres tu libreta de sudokus nivel master del universo para descender unos cuantos escalones más en esta puta laguna que no parece tener fondo. Cierras los ojos y la imaginas aterida en cualquier esquina esperando el abrazo de ese chico increíble que murió ahogado y que sigue caminando por ahí, con sus zapatones de plomo y su escafandra que no suelta burbujas, uno de esos chicos rezagados en sus respuestas y en sus opciones que ríen los últimos pero no ríen mejor, que siempre acaban siendo recordados por ser en el fondo unos buenos chicos, aqui en el fondo también.
Te dicen que falta poco para llegar a L.A. y tú quisieras creerlo pero solo necesitas acabar el jodido sudoku para poder así empezar el siguiente. No quieres nada demasiado complicado. Ni siquiera una explicación que te permita comprender porque coño no respiras.

Caminas. Te jodes de frío y sigues caminando.

viernes, enero 09, 2009

lunes, enero 05, 2009

Lo tuyo con Cassavetes

Un viejo amigo me pone tras la pista de John Cassavetes y John padre me señala humildemente la existencia de su hijo Nick. Nick Cassavetes, director de películas como John Q., El diario de Noa ("The notebook") o Alphadog (que no he visto y juraría retoza en mi videoteca). Son las cosas de Buzz.

Buzz puede desaparecer durante meses y luego abrir la puerta luciendo un salacof del Afrikakorps, con un salmon en la mano derecha y un Colt Pocket London M1849 en la izquierda y responder a tu "qué te cuentas" con un indolente "nada nuevo". Así es Buzz. Una de esas personas que se mueven por el mundo como si realmente nunca tuvieran gran cosa que contar. Pero luego va y se decuelga con algo como lo de Cassavetes y entonces vuelven todas tus sospechas en fila de a uno, entrando por la misma puerta por la que sale Buzz metiendole plomo a su salmon.

Juro que uno de estos días, mientras demos de comer a las palomas en el parque, o entre cartón y cartón, aprovechando esa paupérrima bocanada de aire viciadísimo que dispensan con desdén las locutoras en los bingos, voy a encararle mirándole fijamente a los ojos y a mascullar entre dientes con voz cavernosa, como si acabaran de mentar a todos mis muertos: Sé lo tuyo con cassavetes.