sábado, enero 31, 2009

Esta mañana





Hubiese bastado esto sonando en mi cabeza, y trenes llegando tarde a sus estaciones en un día lluvioso, como este. Hubiesen bastado un puñado de charcos, mi cesto de dudas, y cuatro sonrisas más, a este lado del espejo.

lunes, enero 26, 2009

Que nadie lo olvide

"No entregar nuestro corazón a los fantasmas. Los fantasmas no son los muertos, por supuesto que no, son los vivos cuando se dejan envolver por los vendajes de sus preocupaciones".


Autorretrato con radiador - Christian Bobbin

sábado, enero 24, 2009

Mi tesoro

Sí, sí, lo sé. Qué vergüenza. Postrarse así, asentir con los ojos cerrados y musitar oraciones que no nos van a hacer más fuertes, rendirse a la postre y aceptar las trampas del mercado. Lo siento. Lo reconozco. Soy débil y mi culo apunta estos días a horizontes finlandeses. Nokia 5800 Express music, mon amour.




...Es tan mono.

miércoles, enero 14, 2009

Quién puede ir a L.A.

Caminas bajo el agua un día más. Sin preguntarte siquiera, sin reparar en si respiras o no. Tan sólo avanzas con la torpeza cómica de los buzos. Desorientado. Con los ojos vueltos a tu propia realidad , tan ajena a este viejo y desvaído diorama que te rodea que hasta los corales y las estrellas de mar parecen moverse como sirenas y tus pasos no hacen sino afianzarse más y más en el lodo que te sostiene y que se alza en breves nubes agraviadas enturbiándolo todo. Sonríes a través de tu escafandra empañada a todos esos muertos que piensan y respiran y gesticulan con la irreverencia de los vivos y en tu cabeza la voz estragada de Loquillo te invita a ir a L.A.; a dejar un día esta ciudad; a cruzar el mar en su compañía...

Buscas en esos espacios mínimos tan suyos con la mecánica de los gestos bien aprendidos, conectas el móvil que aguarda con su estupida pantalla iluminando tu estupida indecisión y piensas (no sé bien por qué) en las bocanadas de un pez estúpido (un mero, por ejemplo - que me perdonen los meros si algún día leen esto-), en sus ojos desorbitados de muñeca asustada. Apagas el móvil y abres tu libreta de sudokus nivel master del universo para descender unos cuantos escalones más en esta puta laguna que no parece tener fondo. Cierras los ojos y la imaginas aterida en cualquier esquina esperando el abrazo de ese chico increíble que murió ahogado y que sigue caminando por ahí, con sus zapatones de plomo y su escafandra que no suelta burbujas, uno de esos chicos rezagados en sus respuestas y en sus opciones que ríen los últimos pero no ríen mejor, que siempre acaban siendo recordados por ser en el fondo unos buenos chicos, aqui en el fondo también.
Te dicen que falta poco para llegar a L.A. y tú quisieras creerlo pero solo necesitas acabar el jodido sudoku para poder así empezar el siguiente. No quieres nada demasiado complicado. Ni siquiera una explicación que te permita comprender porque coño no respiras.

Caminas. Te jodes de frío y sigues caminando.

viernes, enero 09, 2009

lunes, enero 05, 2009

Lo tuyo con Cassavetes

Un viejo amigo me pone tras la pista de John Cassavetes y John padre me señala humildemente la existencia de su hijo Nick. Nick Cassavetes, director de películas como John Q., El diario de Noa ("The notebook") o Alphadog (que no he visto y juraría retoza en mi videoteca). Son las cosas de Buzz.

Buzz puede desaparecer durante meses y luego abrir la puerta luciendo un salacof del Afrikakorps, con un salmon en la mano derecha y un Colt Pocket London M1849 en la izquierda y responder a tu "qué te cuentas" con un indolente "nada nuevo". Así es Buzz. Una de esas personas que se mueven por el mundo como si realmente nunca tuvieran gran cosa que contar. Pero luego va y se decuelga con algo como lo de Cassavetes y entonces vuelven todas tus sospechas en fila de a uno, entrando por la misma puerta por la que sale Buzz metiendole plomo a su salmon.

Juro que uno de estos días, mientras demos de comer a las palomas en el parque, o entre cartón y cartón, aprovechando esa paupérrima bocanada de aire viciadísimo que dispensan con desdén las locutoras en los bingos, voy a encararle mirándole fijamente a los ojos y a mascullar entre dientes con voz cavernosa, como si acabaran de mentar a todos mis muertos: Sé lo tuyo con cassavetes.