viernes, abril 24, 2009

Pollitos, payasos y tú

Intento leer algo, escribir algo pero mis ojos acaban siempre prendidos de esta imagen tuya recien descubierta que permanecerá muchos días junto al teclado: sol ardiente de junio de Lord Frederic Leighton. Vencida al fin por el cansancio, aovillada entre linos y gasas te dejas acariciar por la luz de un nuevo día, ajena a quien vela tu sueño, y sonríe, y tan solo aspira a verte también sonreír, acaso en vano, mientras duermes...



Recuerdo un pollito persiguiendo torpemente un globo. Suelo acordarme de esto los días especialmente tristes. Aquello era un estúpido experimento que sin duda pretendía demostrar alguna estúpida teoría. La cuestión es que el pollito creía que aquel globo era su madre y seguramente aquel era el pollito más feliz de este jodido mundo. Nadie hubiese podido convencerle de que estaba cometiendo un grave error ni malograr un ápice toda esa dicha, todo esa cerrazón ciega buscando el calor, el abrigo de unas cuantas bocanadas de aire clausuradas en el interior de una goma. Soy incapaz de imaginar nada más triste. Nada supera esto. Ni siquiera la imagen de un payaso llorando por el amor no correspondido de la mujer a la que lanzan puñales todas las noches en el circo. No sé por qué me da por pensar en todas estas cosas los días especialmente tristes. El pollito que no sabe. El payaso que llora mientras reímos. Ahora también estás tú alejándote sin mirar atrás, por enésima vez, en nuestro andén.
Dios, que lo ve todo, debe ser un tipo jodidamente triste.

domingo, abril 12, 2009

El lector ("The reader")




Vuelvo de ese cine al que confío con indolencia mis tardes de domingo. El chico que da las entradas debería advertir de lo peligroso que resulta adentrarse en este cine tan triste, pero se limita a coger mi dinero y a mirarme fugazmente, como si temiera que yo pudiera recriminarle algo o tal vez para que no adivine, como acabo adivinando, ese aire de compasión que ondea en sus ojos.
Ya dentro, compruebo con la misma fugacidad que se repiten las mismas caras semana tras semana: siete días después aqui estamos, en este cine de difuntos, sin duda el cine más triste que he visto en mi vida. La semana pasada fue Emily quien se llevó mi corazón para que jugara con él su Gran Danés. Esta semana he conocido a Hanna y, la verdad, uno se alegra de no tener corazón para encajar todo esto. Que se lo pidan a Emily.
Al chico de la entrada le he dejado una tarjeta con mi dirección por si lo encuentran, sin reproches. Nunca se sabe, a lo mejor lo vuelvo a necesitar la semana que viene.

martes, abril 07, 2009

Duermevela

Solo un pis. Esa era la idea. Pero aqui estoy. Deshojando brumas. Vuelvo a la cama a completar esas ocho mil quinientas vueltas.