domingo, mayo 24, 2009

Ona

Tu perro se muere. Estas cosas pasan, seguramente cientos de miles de veces al día, en todos sitios. Pero al que has tenido que sacrificar hoy es a tu perro. Seguramente no era el tipo de perro en que la gente piensa cuando dice cosas como "era un buen perro". ¿Pero qué coño se supone que es un buen perro? Era mi perro y los dos lo hicimos lo mejor que supimos.
Tuve que acariciarle mientras le mataban. La veterinaria hablaba y hablaba y a mi no me quedaban fuerzas para soportar todo el jodido protocolo. La hubiera matado yo mismo para evitar todo aquel sufrimiento pero debía esperar y tragarme toda esa charla inútil, sopesar todas esas posibilidades cariacontecido: "Se lo agradezco pero no", "Eso no será necesario"... Hablaba y hablaba y me miraba con la ausencia de haber estado viviendo la misma situación una y otra vez. Es decir, no me miraba. No creo que me viera en todo aquel rato. Tuve que sujetarle y susurrarle mentiras dulces que él (ella) sin duda iba a creer porque los buenos perros siempre creen a sus amos, aunque estos sean, como a costumbran a ser, unos malos amos, unos amos hijos de puta. Le acariciaba con una ternura que no le prodigué demasiado en el pasado, bien es cierto, y eso debería haber sido suficiente. Eso debería haber bastado para que mi perro se diera cuenta de que algo no funcionaba, de que por mucho que yo insistiera nada iba a arreglarse, nada iba a ir bien.
Tu perro se muere. Estas cosas pasan. Los perros se mueren y no deberíamos darle más vueltas al asunto. Mucha gente ni siquiera diría de él que fue un buen perro porque la mayoría de la gente ha visto demasiada televisión y es estúpida, ignoran que a menudo es su voluntad de perro la que prevalece y se impone y eso uno lo acepta, lo debe aceptar como se acepta a los amigos cuando se proclaman como amigos. Lo perros se mueren y a veces se matan por la propia mano. Estas cosas pasan pero no debrían pasar. Uno no debería matar a su perro para darse cuenta de lo mucho que le quería.

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