domingo, octubre 28, 2007

Llegado el momento

Me llamaste esta mañana para darme a probar un poco de tu peor trago. No interrumpiste nada, descuida. Solo mi absurda espera asomado a ese pequeño cosmos de papel con que desgrano las mañanas de los domingos y que me ayuda a fingir que sigo siendo un tipo desusadamente normal. Al otro lado tu voz jugaba a esconderse entre los maizales de los difuntos. Sonaba menos a ti y más a ellos, pensé, y me costó aliento y medio dilucidar el peso exacto de irreverencia que añades siempre a todas tus bromas. Después, nada; una tarde de domingo inabarcable tratando de reproducir la fórmula exacta, la combinación de palabras que me ofreciste por la mañana para hacerme saber que el espacio inmenso que te ocupaba tu padre es ahora un vasto páramo que amenaza con alojarse a perpetuidad en la trastienda de todos tus pensamientos.
Quisiera arrogarme la soberbia del consuelo que nadie te puede ofrecer, pero sólo poseo silencio y un miedo enorme a esa distancia nueva que media ahora entre nosotros. El legado último que los muertos abandonan a este lado del rio; el envés sombrío de todas las cosas que ya no se te ocultan y para las que sólo tú tendrás ojos en los días que aguardan.

Volverás a reír. El bourbon sabrá esperar.

1 comentario:

English Man dijo...

Gracias amigo.
Te quiero.

Conmigo no tienes que buscar palabras amables cuando llames por teléfono, te quiero un "güevo" y se que estás ahí, eso es suficiente.

Te quiero.
DAVID