lunes, abril 05, 2010

Hasta la cintura

Conozco a un tipo a quien no me importaría enterrar en una cuneta de carretera secundaria. Uno de esos tipos a los que cualquiera desearía enterrar para siempre y a los que sin embargo, seguimos concediendo minutos de cáustica indiferencia. Deseando mansamente verles sepultados por todo ese tiempo que jamás les concederemos y que apilamos a nuestra espalda como un dique enorme que nunca terminamos. El tipo en cuestión tuerce el gesto ostensiblemente cada vez que se cruza conmigo, asi que parece oficial este asunto nuestro al que nunca me invitaron. Decía Jorge Luis Borges que debe tenerse cuidado al elegir a los enemigos porque uno termina pareciendose a ellos, pero qué ocurre cuando nos escogen a nosotros. Nuestro enemigo íntimo. Cualquiera. Qué ocurre cuando nadie nos consulta y nos señala rotundo como un niño y se nos lleva a jugar al patio trasero de su casa, tironeándonos de las mangas hasta que se cansen, hasta que decidan que ya es bastante, que ya ha sido suficiente toda esa inquina que nos desconociamos y que ellos tan bien nos han sabido encontrar. Se nos apropian así los odios que aún no profesamos y nos obligan a odiar a la carrera, improvisando sobre la marcha antiguas maledicencias y agravios. Terribles hallazgos que nos fuerzan a desenterrar del rincon más sombrío de nuestro jardín .
Quién sabe en cuantas zanjas yacemos ilesos, impunemente. Cuántas paladas de tierra son capaces de verter sobre nuestros huesos aquellos de quienes jamás esperaríamos nada.

Elegir la hondura, la oquedad. Nuestros últimos cantiles al menos. Vivir también puede ser eso.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Si el inspirador de estas palabras es quien creo que es, la verdad es que no merece tantas líneas en este blog de lujo que escribes. De todas formas, resulta original la exposición del tema de espaldas, siendo el elegido del centro de la mala atención del que llena con las gotas que colman el baso un día regular. Una reflexión interesante, de las que hace pararse a pensar. Como siempre, un placer leerte.

Amaranda