domingo, agosto 12, 2012

Para ponerse triste no vale cualquiera. Los hay que se pasan y casi dan risa, los hay que no llegan y parecen enfadados o aburridos de la tarde de sábado. Para ponerse triste tendríamos que recibir clases, como de todo lo importante, porque estar triste es asumir que las cosas no están donde deberían y tampoco quedan las fuerzas necesarias para recolocarlas. Para estar triste en condiciones deberíamos pensar de nuevo en aquella mudanza en que se discutió por un regalo y nadie se salió con la suya, ni siquiera el que consiguió quedárselo. O también en la amiga a la que prometimos llamar pronto sin saber que era la última vez que tendríamos ocasión de decirle algo. O en una canción que fue la primera que sonó en el coche de alguien y que ya no nos conmueve como antes, como si la hubieran envasado al vacío y la vendieran en los supermercados. O en los perros que vamos dejando atrás. Pongámonos tristes envueltos en un albornoz enorme y blanco, que como todo el mundo sabe es la prenda con la que mejor se llora, pero solo cuando lleguemos a la conclusión de que inventamos casi todo lo que nos pasa y lo que no nos pasa. 



 Patricia Esteban Erles




El texto y la imagen corresponden íntegramente a una entrada de la cuenta de Facebook de la escritora Patricia Esteban Erles, publicado el 11/08/12

1 comentario:

Anónimo dijo...

Concentrarme en el ruido del ventilador.

Amaranda