viernes, junio 08, 2007

Do you know

Esta pijada no viene a cuento de nada. A veces sucede. Oyes algo que simplemente entra y ya no sale. Puede ser algún número uno de la radio o la melodía machacona que un compañero sin alma ni vergüenza tararea a tu alrededor hasta que ya es demasiado tarde. Hasta que eres inoculado con el virus de la tontería y ya solo te queda rezar para que los efectos más visibles no revistan las ridículas hechuras de la canción del verano. Simplemente entra y ya no sale, y maldices toda la mañana con esto metido en tu cabeza y el corazón lleno de abriles impúdicos que no te deparan nada bueno. Juras y perjuras que odias bailar, y que cuando cantas debe ser bajo los efectos del bourbon de garrafon, en plena fase REM. Y sin embargo no consigues evitar que los pies esten de finde, al ritmo de ese chin pun desquiciado del que no logras desprenderte y que, en alguna que otra ocasión, te arranca incluso por bulerías. Sueltas algún palabro en inglés de Carrefour con cara de Camarón reconcentrao, mu sentió y puesto, como si al hacer un alto en tus quehaceres diarios recitaras, en plan kazán, unas líneas de la Tora frente al muro de las lamentaciones. Con todo, te resistes. Llegas incluso a pensar que lo tienes todo bajo control y que en cuestión de minutos algo de mayor enjundia volverá a gobernar tus pensamientos. Decides coger el ascensor para no cruzarte con tus jefes en pleno apretón Saturdayfevernight. Esperas. Apretas el botoncito de llamada que nunca se enciende. Enrique ya está aqui de nuevo. Con su vocecita lánguida postcoital, preguntándote si Do you know mientras notas que tus hombros empiezan a sufrir leves espasmos extrañamente coordinados con tus caderas. Te giras buscando esos testigos que no deseas porque empiezas a sospechar que si en el pasado has hablado sólo muy bien podrías cantar sólo también, y temes acrecentar esa leyenda de rarito que te persigue en el curro. Do You know, do you know, do you know. Joder. Vuelves a darle al botoncito. Ahora ya te empiezan a mosquear algunas risitas a las que correspondes educado mientras desvias la mirada y te zambulles cabizbajo en el ascensor, que por fin ha llegado. Ya dentro Enrique te pregunta piso con una mano sobre el panel de botoncitos y la otra sujetando micro (las mangas siempre largas: este chico parece que escamotea algún muñón). Trato de escaparme para alertar al personal gay y a sí de paso darle esquinazo pero Enrique me sujeta los jeans (como el dice con caidita de ojos incluida) y me arrastra con fuerza mientras aporrea todos los botones habidos y por haber. Bajamos y él insiste: Do you know what it feels like loving someone that is in a rush to throw you away, do you know, do you know, do you know. Le aseguro que por no saber ya no sé ni cómo me llamo y le ruego, antes de exigirle, nucho antes de gritarle y acabar mentándole a los muertos (y que conste que su abuelo me ha hecho reír mucho, muchisíiiiiiiiiiiisimo), que me deje en paz, que le cante a su padre, que falta le hace. Así las cosas y ante su falta de entusiasmo para con mis estériles súplicas, decido cerrar los ojos ya que no puedo las orejas; de perdidos al río, me digo, y al cerrarlos despierto en el set de rodaje de su último videoclip, con la música a toda hostia y cientos de tias en biquini sacudiendo almohadones y poniéndolo todo perdido de plumas: plumas en la piscina, plumas sobre el cesped y las toallas, plumas en los parterres y los escotes de las susodichas que se cimbrean como juncos epilepticos al ritmo del puñetero do you know. Ya no puedo más. Siento que las fuerzas me abandonan y que el poco pudor que me queda a estas alturas apenas sujeta la bestia que llevo dentro, mitad Georgie dann, mitad john travolta. Me abandono definitivamente al ritmo machacon de la jodida Ping Pong song y decido bailar. Bailo como los locos, dispuesto a acabar derrotado y hecho un asco de tanto sudor como pienso eliminar en el puto jardin de Isabel Preysler, no sin antes mearme en su piscina y en su pila asquerosamente simétrica de ferreros rocher. Sacudo la cabeza a derecha e izquierda, reparto caderazos contra las paredes metálicas que me confinan y que en mi torrida ensoñación son el omnímodo y generoso muslamen de tanta sueca suelta. Enrique se aleja o pierde voz, o las dos cosas, que no sería la primera vez, y las tias de la piscina se separan en dos filas como coristas espartanamente sincronizadas para despejar un pasillito por el que me deslizo de rodillas, sudoroso y gritón: ¡¡¡¡¡¡¡DO YOU KNOW!!!!!!!!

Entresuelo. Se abren las puertas del ascensor. A mi jefe la papada no le sienta del todo mal desde este ángulo, recogidita con el cuello de su camisa siempre bien planchada.

- Ya mismo voy a fiscalía, don Antonio. Do you know?


Do You Know lyrics

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