domingo, abril 27, 2008

A lo somorgujo

No duermo. No leo. no escribo.

Todo se resume a vivir alejado de mi vida, a seguir respirando supeditado al dictamen de la más veleidosa de la inercias, la que dispone la vida real como una alfombra de rojo protocolario que se empeña en guiar mis pasos más allá de lo que apuntan mis deseos.

Un par de relatos de Murakami mientras fondeo en las aguas mansas de un café, un artículo de Vila-matas, unas páginas de Muñoz Molina sobre su Manhattan de adopción y siento que vuelvo a respirar, que alcanzo la superficie y dejo atrás, unos segundos, el océano de concesiones al que pertenezco, ese abismo ágrafo y neutro donde permanezco inerte, a resguardo de toda tentativa vital. Y es así, a lo somorgujo (como esas aves con nombre de carraspera que vuelan poco y pueden permanecer mucho tiempo con la cabeza sumergida bajo el agua), que dejo pasar el tiempo de asueto infinito y comprendo que una hora hurtada en cualquier café es todo cuanto de provecho puedo sacarle al día. Dejo constancia de ello, sin embargo, aqui y ahora, por escrito, para que quienes se hartan de reprocharmelo vean que todavía soy capaz de juntar una letra detrás de la otra. Para que yo mismo constate que pese a ser de capaz de ello, sigo sin tener nada que decir.

No hay comentarios.: