domingo, abril 12, 2009

El lector ("The reader")




Vuelvo de ese cine al que confío con indolencia mis tardes de domingo. El chico que da las entradas debería advertir de lo peligroso que resulta adentrarse en este cine tan triste, pero se limita a coger mi dinero y a mirarme fugazmente, como si temiera que yo pudiera recriminarle algo o tal vez para que no adivine, como acabo adivinando, ese aire de compasión que ondea en sus ojos.
Ya dentro, compruebo con la misma fugacidad que se repiten las mismas caras semana tras semana: siete días después aqui estamos, en este cine de difuntos, sin duda el cine más triste que he visto en mi vida. La semana pasada fue Emily quien se llevó mi corazón para que jugara con él su Gran Danés. Esta semana he conocido a Hanna y, la verdad, uno se alegra de no tener corazón para encajar todo esto. Que se lo pidan a Emily.
Al chico de la entrada le he dejado una tarjeta con mi dirección por si lo encuentran, sin reproches. Nunca se sabe, a lo mejor lo vuelvo a necesitar la semana que viene.

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