jueves, mayo 14, 2009

Amanda

No pensaba volver a verte ni, por supuesto, volver a oírte cantar. Te hacía bien lejos; en Argentina, quizás, rodeada de muchachos que te hacen sonreír y que se sueñan artistas. Pero te subiste al tren en una de esas estaciones de nombre desvaido por el salitre del mar, con tu guitarra al hombro, los ojos enormes y cansados de buscar mariposas entre la herrumbre del día y ese acento dulce y nacarado tan tuyo, tan bien traído.

Nos cantaste las dos canciones que siempre nos cantas con la voz hendida de mil llantos aprendidos, y yo me enterré en mi libro bajo la losa de tu nombre imaginario, rogándole a Vargas Llosa, en un susurro de pan de ángel, para que se llevara bien lejos al timorato de Onetti.

En un mundo perfecto no me habrías pedido una moneda pero yo te la habría ofrecido, por otra canción.


1 comentario:

Amaranda dijo...

Lo he vuelto a leer... qué bien escribes mi Príncipe!!!

Amaranda.