martes, diciembre 06, 2005

El club de los emperadores


"La juventud envejece, la inmadurez se supera, la ignorancia puede ser educada y la borrachera se pasa; pero la estupidez es para siempre".


Aristófanes
Las reseñas cinematográficas sobre películas que, como esta, ya ha visto todo el mundo, son como cintas de vídeo con el audio desacompasado, son vueltas de tuerca que nadie ha pedido, y sin embargo uno insiste en retozar sin prisas en su terquedad, ¿Acaso puede alguien privarme del placer de saberme eternamente rezagado? claro que no.
La película es la historia de siempre. Otro club pero sin poetas muertos, de nuevo el ensalzamiento a ultranza de la tradición, vetustas instituciones sumergidas en bucólicas campiñas, valores monolíticos que deben regir el destino de los futuros hombres —"El carácter de un hombre es su destino", dice el propio profesor Hundert—, de nuevo la posibilidad de jugar con la maleabilidad que se le supone al alumnado.
No puedo evitar asociar ficción y realidad; un amigo mio recien acaba de ver cumplido su sueño: ser profesor. La vocación ha podido más, en su caso, que todo el miedo que con nuestros consejos velados tratábamos de imbuirle. Ha dejado un trabajo cómodo y sencillo, una rutina confortable, por la aventura de enseñar. Veo al profesor Hundert y creo ver a mi amigo. Un hombre que atesora grandes valores, culto, extremadamente culto y sensato. Creo, firmemente, que muchos alumnos acabarán agradeciendo que un día mi amigo decidiera dejarlo todo para cruzarse en sus caminos.

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