martes, julio 25, 2006

Disertaciones maritales

¿Qué puede decirse de las mujeres que no se haya dicho ya? Qué decir de su afinadísimo sentido de la orientación (sobretodo en el epicentro de las grandes superficies sumidas en plena temporada de rebajas);Qué puede decirse de su innata y siempre sorprendente facilidad para combinar colores que sólo ellas pueden ver (verbigracia: color hueso- alguien sabe de qué color son los huesos si es que no es el blanco de toda la vida y que todos le presuponemos una vez despojados de toda su casquería-, o el blanco nuclear, o el color teja o,... ); ¿Qué puede añadirse a semejante e inagotable relación de parabienes que no hayan cantado ya los poetas desde el origen de los tiempos? Yo quisiera ahondar en esta ocasión en su enigmática y profusa conversación, en las alambicadas sendas comunicativas a cuyo influjo nos abismamos confusos todos los machos de la especie desde que el mundo es mundo y en las que, para que negarlo, las más de las veces lo hacemos con sumo gusto por aquello de que cuando ellas dicen "no" en realidad quieren decir "sí", y no hay macho que se precie que no espere ese puñetero "sí" junto a la cama, con los gallumbos en la boca, un bourbon a la diestra y el mando a distancia a la siniestra (que aveces, también las más de las veces, la cosa se tuerce y es el contenido de la siniestra, osease, el mando a distancia, lo que ameniza nuestras numerosísimas noches sin sexo). ¿Y a qué se debe todo este tedioso preámbulo? Velada vespertina frente al televisor. Los sillones apenas calentados por nuestras inquietas posaderas. Ese mando a distancia que empieza a escupir canales a ritmo de zapping frenético. Finalmente uno de eso programas veraniegos (agárrate) donde aparece la noticia. Ha sido elegida una nueva miss, creo que miss universo. Una chica como todas las finalistas en este tipo de certámenes: delgada, uniformemente guapa, muy delgada (solo hay que ver cuanto trozo de banda le sobra) invariablemente emocionada mientras una mano temblorosa intenta sujetar esa corona que parece rescatada del atrezzo de una película de los Monty Payton. ¡Delgada que te cagas! vamos, como el tobillo de un canario que dicen en mi pueblo, y con ese ramo de flores que les tapa medio cuerpo (¡joder, pero si algunas parecen mantis religiosas encaramadas a un arbusto!). Total que viendo a la susodicha y tras dejar claro cual es el gusto patrio en lo que a cantidades cárnicas se refiere, me dirijo a mi mujer del tenor literal siguiente (por aquello de que es bueno comunicarte con tu pareja, que no se diga que la televisión aisla y separa a los miembros de la familia):
- ¿De dónde es la chica esta? - obsérvese que omito los diminutivos cariñosos tipo "cari", "corazón" o directamente "Shosho", porque yo en mi vida íntima no entro si no paga la revista Hola. Respuesta:
- ¡Está operada! - a todo esto el mando y el mentón erguidos. Expresión hierática a medio camino entre la dignidad preservada y el velado reproche. Una de esas situaciones en las que es mejor callar, asentir y acostarte con la críptica adivinanza bailándote en el coco. Para qué necesito yo sudokus con semejantes mensajes del más allá. "Esta operada", ¡Esta operada! Pero coño, ¿Habrá escuchado realmente mi pregunta?, ¿Empezaré a evidenciar una prematura senilidad en mi forma de verbalizar todo aquello que mi enfermo cerebro procesa? y lo que es más importante ¿qué habrá querido decirme con esa escueta y afilada observación?
Creo que la pregunta adecuada hubiera sido "¿Está operada?". A quienes sostengan que de ese modo hubiera obtenido mi respuesta, la que desde un principio deseaba obtener, esta es "Costa Rica" (lo supe luego consultando un periódico), les diré que con las mujeres nunca se sabe, pero con la mía sí. Sí sé que hubiera soltado otra de esas salidas cifradas que me mantienen en vilo gran parte de mis noches. Sospecho que se vale de ese tipo de estratagemas para eludir mis envites erotico-festivos. ¡Ah picarona mía! Esta noche de nada te servirá. Te espero vestido de "Miss en pelotas", con mi banda y mi canesú encaramado al armario. A ver si así vislumbras algo operado, corasón.

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