domingo, julio 23, 2006

Mi madre lo dijo

Si existe una frase de exasperante efecto universal es "te lo dije". Todos nos hemos encarado en algún momento de nuestras vidas con ella. No importa lo mucho que te esfuerces por hacer las cosas bien, de hecho no importa que creas que haces las cosas bien porque siempre tropezarás con algún inoportuno interlocutor que se dirigirá a tí con aire admonitorio. Se acercará sobrepasando la infranqueable distancia, el límite sagrado que reservas cual flor de Laura (por si un día se materializa Cindy Crawford desde alguna de tus manidas fantasías eróticas), aquel en el que susurras el puto nombre de tu desodorante en todo tipo de lenguas muertas, por si se obra el milagro y reaparece cual Lázaro resucitado. Inclinará su rostro (el sabihondo de turno) como si quisiera comprobar de qué color son tus zapatos, alzará la vista con las cejas bien arqueadas, reclamando toda tu estúpida atención para que ningún sonido interrumpa la inefable y perentoria fórmula: "te lo dije". ¡Ah, ese jodido mantra!
Estaba viendo la tele en la cocina, uno de esos programas en el que un locutor con pinta de serio narra seriamente todo tipo de chorradas casposamente serias. Bueno, en realidad la tele estaba encendida y yo le dejaba hacer mientras mantenía las manos ocupadas lavando platos del día anterior. Mi mujer estaba trasteando en un armario y entonces surgió la noticia: ¿A dónde van a parar los chinos cuando mueren? ¿Por qué no ha visto nadie jamás una lápida china en nuestros cementerios? ¿Por qué a penas se repatrian cuerpos a su país? ¿Es cierta la teoría que sostiene que sobra la carne en los restauranes chinos, carne china (ustedes ya me entienden)? la cuestión es que mucho antes de que el locutor empezara a esbozar una siniestra sonrisa y pronunciara las palabras "leyenda urbana", mucho antes de que la razón se negara a creer que en televisión son capaces de especular con... (rectifico, en televisión ya se atreven con todo) algo así, mi mujer ya me estaba mirando con cara de "te lo dije". Azuzándome una cacerola mientras exclamaba: "Lo que dijo mi madre". Si, ella me lo dijo, y lo peor de todo es que a ella se lo dijo su madre, que es como la Agencia Efe pero con refajo y el disco duro lleno de refranes y paridas como esta, como la de los chinos. Si algo no soporto de mi suegra es que todas las chorradas que dice acaban viéndose corroboradas por algún acontecimiento como este. Es una especie de profeta cateto-mística que, a su modo, acaba poniendo el dedo en la llaga. Por lo pronto no vuelvo a pisar un restaurante chino. Nunca se sabe, y con mi suegra de por medio menos.

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