sábado, agosto 25, 2007

Noches aún más extrañas


Vuelvo a despertarme en mitad de la noche. Resucito esta vez, mas allá de las cuatro. Sacudo la cabeza sin sacudirla; una suerte de terapia casera e inutil que pretende desmontar las piezas del puzzle antes de que se unan para formar paisajes del norte de Europa que no quiero recordar; he visto muchas fotos de allí arriba, pero en mis horas de sombra, cuando me adentro en mi universo de sombra, solo consigo ver dos. Esas dos fotos en las que salís tan guapos y tan viajados y que en realidad son cuatro: las dos del antes de saber lo que pasó y las dos de después. Y, ¿sabes? es cierto eso de que una misma imagen se vuelve completamente diferente cuando la miras con ojos diferentes, como esos cuadros tan ingeniosos y surrealistas en que basta un cambio de perspectiva para descubrir unos labios donde antes solo había un sofá, o al revés. Sea como fuere, ahora solo consigo ver el sofá y, a lo sumo, a mí sentado en él, algo más viejo, algo más cansado, y algo más solo, internándome unas cuantas yardas en la espesura de mi bosque de sombras. Aqui todo es bosque bajo y denso y las ideas, como los recuerdos, se me pierden prendidas entre las ramas, de modo que para cuando consigo encontrar el camino de vuelta me doy cuenta de que estaba perdido y no sabía por dónde empezar a buscarlo; de que ha sido un hallazgo fortuito quizá fruto de alguna intuición animal, algo no deliberado, y que, después de todo, podría explicar mi suerte. Así las cosas, aún confundido y desorientado, he dado con la senda que lleva a mi rincón. La maleza había desdibujado los márgenes del camino y ahora todo es más oscuro porque algunos árboles que no recordaba han crecido demasiado y escamotean entre su fronda la luz del sol, pero reconozco el lugar en cuanto empiezo a formar parte de él, nuevamente. Aquí nada ni nadie puede hacerme daño, replegado entre la hojarasca desatada por mil tormentas. Aqui no hay voces que hagan abrir los ojos a los muertos, ni ojos que atiplen las voces de los vivos, ni, por supuesto, caricias de manos hábiles que deshagan todos los nudos. Aqui solo yacen infinitas capas de silencio con las que voy cubriéndome lentamente mientras le canto una nana al niño que ya no se esconde, aqui no.

Pero todo esto tan solo acontece en mis horas de sombra, cuando me adentro en mi universo de sombra, me digo. Hay días en que mis pasos se abren a los claros más tímidos del bosque, me digo también. Pero en todos ellos, ya ves, me sigues faltando tú.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Parece que la melancolía ronda tus lares! Un abrazo, amigo.

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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