sábado, julio 23, 2005

Andrew



Thomas Lenk, que así se llama la criaturita, nacio el 16 de Junio de 1976 en California, y es sin duda la revelación consagrada en esta séptima y última (¡Snif!) temporada de "Buffy cazavampiros", que empezó con el desconcierto propio con que Whedon acostumbra a dar sus primeros pasos (tal y como ya ocurriera en la sexta, con la dichosa resurrección de la cazadora y la interminable sucesión de capítulos en los que Buffy permanecía desorientada dando tumbos existenciales por una trama argumental que parecía no coger cuerpo ni a la de tres). Pero enseguida cobró una inercia frenética en la que acontecimientos y personajes parecen mezclarse para llevarnos en volandas hacía la culminación del apocalipsis más publicitado de la historia. Y en medio de semejante zarabanda de cazadoras, supervillanos etéreos o con alzacuellos y los scoobys de siempre (bueno, los de siempre no: un Giles que ya no pinta nada, una Willow que sin Tara y sin su magia no parece nuestra Willow, una Anya más currada y absurda sin su Xander que, a la vista de su papada jamonera, bien hace Whedon en chapar el garito antes de que a la peña le dé por lanzarle arpones), en medio del fragor de la batalla en ciernes con las hordas de "el primero" asomando la cabecita por entre los resquicios del sello, se alza una vocecilla de niñato tipo "yosoyrebeldeporqueelmundomehizoasín", unas hechuras desgarbadas y un amaneramiento de crio consentido que dan cuerpo al personaje de Andrew, el supervillano friky que parece haberse tomado unas vacaciones del reverso tenebroso en que permaneció instalado durante la sexta temporada de la mano de Warren y Jonathan. Este ha resultado ser el contrapunto ideal a todo el drama y la tensión que subyace a lo largo de la historia, una suerte de paréntesis que permite coger aire para sonreir y olvidar que Sunnydale descansa sobre la boca más hambrienta del infierno Whedoniano. Este chaval se ha ganado el corazón de todos los seguidores del Buffyverso y no me parecería descabellado brindarle la oportunidad de explotar esa genialidad humorística que desprenden sus frases ( le dobla un tal David carrillo, reconozcamos su parte del curro) como partícipe o protagonista principal, incluso, de otro Spin-off propio de la factoría Whedon. Sin duda sería la excusa perfecta para que todos los Buffyfreaks, que somos legión, tuvieramos dónde saciar nuestra necesidad de seguir participando en este mundo condenado a la extinción si nadie lo remedia. Nuestro Andrew apareció regularmente en la serie durante la sexta y séptima temporada, aunque, curiosamente, su entrada inicial tuvo lugar durante la cuarta, donde hizo sus pinitos como vampiro lacayo de Harmony. A pesar de que junto a Warren y Jonathan formó el triumvirato de villanos más surrealista que se haya visto en televisión, es en solitario cuando su personaje cobra mayor relevancia y parece rememorar las intervenciones que en sus inicios aportara Xander al grupo (antes de que se convirtiera en el "revientabásculas" Xander, claro. Y encima le cambian un ojo por un parche, lo que le faltaba para que su "sex appeal" subiese enteros). ¿Por qué acaba “Buffy”? Según todos los indicios, “Buffy, Cazavampiros” terminó porque Sarah Michelle Gellar así lo decidió, aunque la audiencia había caído (sumó 3,8 millones de media en su séptima temporada), UPN quería continuar con la serie (que era su espacio más visto y de mayor presupuesto) pero Sarah Michelle Gellar quería triunfar en el cine. Por lo visto, la decisión de Sarah provocó el enfadó de Alyson Hannigan, que apostaba por seguir en la serie, una depresión a Nicholas Brendon, que cayó en las garras del alcohol y el fichaje de James Marsters por “Angel”, que fue cancelada un año después.
El final de la séptima temporada ha sido el final de la serie. No habrá más Buffy (ya veremos). Se acabaron los vampiros de ceño imposible estallando a estacazos como relojes de arena. La historia no parecía dar más de sí y al director se le intuía cierto cansancio que a menudo se reflejaba en gran parte de los capítulos para tristeza de todos cuantos hemos seguido y disfrutado las desventuras de los Scoobys. Siempre nos quedará Andrew cuando alguien reproche a Whedon su séptima temporada, el final de Anya o el de Spike (último buque insignia de la serie). Mejor un punto y final, porque sin ellos ya solo me queda el consuelo de que alguien convenza a Whedon para lanzar una serie sobre Andrew y así, al menos, echar unas risas.

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