viernes, agosto 18, 2006

Hopes & Apples


Annie sigue en la calle. Si tuviera manzanas que vender, como en la pelicula de Capra, seguramente las cambiaría por algún cartón de vino peleón. No me ha visto. Tampoco habría sabido qué decirle. Nunca he servido para estas cosas. Estaba sentada bajo un mugriento soportal, comiendo algo a cucharadas, con la mirada fija en una persona que quizás sólo ella podía ver. No puedo evitar... evitarla. Supongo que es lo más cómodo.
En el edificio casi no queda nadie. Trato de no pensar demasiado sobre lo de ayer mientras continuo evitando a la gente, dando vueltas por los pasillos con algún expediente en la mano que no sé si viene o si va. Ayer Carrie parecía menos animada que de costumbre. Tal vez albergaba secretas esperanzas con su Dimaggio, ilusiones etéreas como el rojo de las manzanas frescas que el tiempo se encarga de deslavazar. Tal vez debería pedirle una manzana de la suerte a Annie. Seguro que las tiene y serán más eficaces que cualquier de mis comentarios que nunca aciertan a reconfortar. Carrie tardó en contestar mi sms del día anterior. Yo siempre envío el último. Pensé que tal vez algo que dije, o que no dije, pudo molestarla. Hoy he sabido de ella y casi quedamos para tomar un par de cervezas si la compra de la semana no se hubiera interpuesto. Hay rituales que no pueden postergarse del mismo modo que hay puertas que no se deben abrir, luego ya no cierran como antes.

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