jueves, agosto 31, 2006

El gran día


Llega el día sin previo aviso. Llega sin más porque así quedó dicho y tu callaste, que es lo mismo que aceptar, que estrechar la mano que ha de llevarte. Tú lo sabes porque siempre lo has esperado. Siempre has sabido que tarde o temprano la realidad te daría alcance por muy grandes que fueran tus zancadas. Hoy es ese día. Te sientes tan sólo que pensar en alguien que no seas tú te resulta un esfuerzo de proporciones ingentes, inabarcables. Te ves perdido en un páramo desolado lleno de cadáveres que ni siquiera reconoces, bajo un dosel de nubes tan muertas como tú. Inerme y sin consuelo. Hoy es el día. Hoy lo sabes. Siempre sospechaste que estabas solo pero hoy lo sabes.
Amar es renunciar incondicionalmente, vendernos por nada, saltar al vacio con los ojos cerrados, ofrecer el pecho desnudo al filo de la espada que nos busca y arrincona, la espalda siempre contra la pared (tangible, fria) y ponemos todas nuestras esperanzas en que esa renuncia florezca, y que el tiempo, a cuyo transcurso nos encomendamos tan rápidamente para validar nuestros actos, sea el juez que disponga y asevere, y reafirme lo que en el pasado ofrecimos generosamente, acaso con demasiada frivolidad. Hoy es el día en que se cantan las verdades, el día en que los arrieros se encuentran en los caminos prometidos. Hoy estás solo, tan solo como siempre. Pero hoy lo sabes porque hoy es el día. Porque hoy, ahora, lo sabes.

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