jueves, agosto 24, 2006

Mujeres

Félix me llamó al móvil después de mucho tiempo sin saber de él. Me sorprendió en el tren mientras daba cuenta de "Mujeres" de Bukowsky. Debe ser una señal. Félix es un tio soltero que se excita ejerciendo como tal, de esos que han nacido para quemar la vida (como Henry Chinasky), y de paso demostrarnos a los demás cuán mísera resulta la existencia del macho ibérico domesticado. El espejo en que nos gustaría reconocernos por un día. El héroe de todos los Nonoscomemosuntorrao, vamos. Intercambiamos varias fórmulas de vácua cordialidad y nos prometimos un encuentro que, ambos sabemos, tardará en producirse (lo suficiente, al menos, para olvidar los nuevos reproches y toda la chanza telefónica).
Carrie vuelve a sonreír gracias al buen hacer de su chico. Hemos comido juntos. Ella habla. Yo escucho. Supongo que el hecho de que la chica me guste lo explica fácilmente, sobretodo a quien me conoce. La escucharía recitar el Quijote en verso, del tirón y con la boca llena de polvorones, empezando incluso desde el final, y seguiría sin poder borrar mi estupida sonrisa de la cara. Patético. Félix me abofetearía. Escupiría en mi cara. Parece que ya le estoy oyendo:
"¿Pero qué coño pasa contigo? ¡Eres un pardillo nen!, ¿Es que no escuchabas cuando di la clase cómo tratar a las tías? ¿A qué esperas para llevártela al sobre?, ella es una mujer en la flor de la vida, sin complejos, y tú se supone que eres un hombre con necesidades de hombre, disfruta del momento, tan solo déjate llevar."

Ni siquiera perdería dos segundos en tratar de convencerle de lo contrario. Me veo escuchando a Félix cariacontecido, asintiendo mecánicamente por cortesía mientras maquino cien maneras diferentes de meterle un paraguas por el culo. En su mundo todo se sostiene sobre unos principios trasnochados que sólo funcionan si tienes el ombligo del tamaño de un campo de fútbol. En su mundo todo encaja como un mecano: el cielo es azul y cuando se oscurece es para llover. En el mio el cielo es del color de los ojos que me ven. Está lleno de ángeles que nos observan y que, a veces, sólo a veces, consienten en descender para hablarnos. Como carrie.

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