Una noche de viernes sin Bourbon es, cuando menos, diferente. Trato de suplir mis carencias de avituallamiento con una "coronita". No es lo mismo, para qué nos vamos a engañar, pero algo es algo. Tampoco es lo mismo pensar en Carrie y estar con Carrie, pero en este caso, como en aquel, algo es algo. Sé, por ejemplo, que hoy ha bailado a la luz de una luna de la que me habla a menudo. No consigo comprender qué extraño sortilegio la tiene cautivada pero no descarto volver a subir a la terraza para apurar mi cerveza e intentar averiguarlo. Parece que el nudo que se había adueñado de mi estómago empieza a ceder. Pensar en comida ya no resulta un emético tan efectivo como antes. Sigo, sin embargo, con la cabeza llena de brumas y el corazón de certezas que no aciertan a revelarse. Miro su luna y doy otro trago a mi cerveza. Imagino a carrie eligiendo vestuario para triunfar otra noche de viernes, zimbreándose llena de música, llena de esa luz de luna de la que se sirve a manos llenas. La veo sonriendo en una barra de bar, agitando su melena cobriza y el aliento de los parroquianos que no dejan de observarla, sopesando la distancia que media entre un sueño y la realidad, haciendo acopio del valor suficiente para entrarle con gracia. Acaricio el cuello de mi botella y busco respuestas en esa luna extraña que se rie de mis dudas. Sigo esperando esas respuestas que no llegan. Y sin bourbon a mano. ¡Buf!
viernes, septiembre 08, 2006
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